SONIC YOUTH – GOO: UNA ALCANTARILLA ABIERTA

SONIC YOUTH – GOO: UNA ALCANTARILLA ABIERTA

“Esta ciudad es como una alcantarilla abierta”, así describe el enajenado y sensitivo Travis Bickle a la ciudad que lo ve enloquecer en Taxi Driver de Martin Scorsese. Ruidosa, sucia, infecciosa, así se percibe a la ciudad de Nueva York en la década de las 70s y a principio de los 80s, periodo que ve nacer a Sonic Youth. 

 

Foto Neal Boenzi / The New York Times, 1975

Hablar de Sonic Youth es un poco hablar de esa alcantarilla y de un sonido directamente heredado de la Velvet Underground, entre muchas cosas, banda formativa que define para siempre el camino musical de esa ciudad, como también lo hace la vital y nutrida escena punk y new wave, marcando la siguiente gran parte del mapa. En plena sintonía con ambos referentes, el cuarteto tomó la libre experimentación y amasó una vanguardia musical a partir de 1981, dando lugar a un nuevo torrente de sonido, y a una propuesta artística que no solo modificó la esfera musical, sino que a toda la cultura subterránea de su tiempo. Ahí nació el sonido de esa alcantarilla abierta; el sonido de Sonic Youth.

 

 

Los ochentas y el rechazo a la era Reagan habían quedado plasmados en la superioridad y experimentación anticomercial de Daydream Nation, mientras que Goo abrirá los noventas con un escenario social, cultural y musical diferente. La premisa era no repetirse. Ahí se abrirá una línea divisoria antes de Goo y después de Goo. 

Editado un 26 de junio de 1990, el disco fue el primero bajo el alero de la multinacional Geffen Records. Y uno decisivo en el sonido de la banda, ya que marca el momento en el que se produce el movimiento expansivo de una agrupación que en términos estilísticos se hizo cargo del ruido, de la psicodelia, de las influencias retro pop, y del salvajismo del rock para usar por primera vez la tradicional estructura de canción verso-estribillo, y aún así, obtener como resultado un disco incendiario y una suerte de manifiesto artístico musical que propone estética e ideología sonora para la década de los noventas.

Dirty boots abre el disco con Thurston Moore en la voz. Ritmo jovial y atolondrado, probablemente una de las características eternas de la banda siempre poseedora de esa cualidad juvenil. El riff inicial ligero y melódico, describiendo aventuras adolescentes, hazañas nocturnas y desparpajo. La delgada y limpia voz de Moore puesta en contraste con el decibel alto, el estallido de guitarras y los pedales perfectamente disonantes en diferentes colocaciones. Melodía y disonancia unidas para la bienvenida de Sonic Youth al mundo de Mtv.

 

 

Tunic (song for Karen): ruido de guitarras y la entrada de la reina Kim, la voz etérea de Gordon siempre como encapsulada nos remite a pasajes oníricos en medio de un compás ágil y de crudeza para hablarnos de la otra reina, Karen Carpenter, heroína de los neoyorquinos. Oscura y disonante, un epílogo de noise surreal en memoria de la reina olvidada.

Mary Christ: una patada sónica muy punketa y primal, chillona y de compás entrecortado. Gordon y Moore compartiendo voces y gritos esquizoides, aludiendo a fanatismos religiosos y al catolicismo americano, una fijación recurrente que vuelve una y otra vez en varias canciones, jugando con ello para desarticularlo: “Talking to a punker priest / just dogging the breeze / about been in a tree / he says it’s free now! along comes mary christ”/ “angel in a devil skirt, buys me a shirt / says i hope you like / uh, like what now!? / hope i hope you like, like you like your hope / with the tightest rope / i see, i know now! / here we go – i’ ve been waitin so long, yeh i know – for Mary to come along / aaaooooiii”. Una pastilla punk ácida, nada más neoyorquino que eso.

En Kool Thing, Sonic Youth está lanzando una molotov sobre los poderes corporativos y el sexismo. Lo hace de manera tan inteligente, tan poco obvia y tan lúcida.  Y para hacerlo está usando el ruido, la connotación sexual, el poder y el dinero de la gran corporación y el mainstream. En ella encontramos otra determinada acción para la época, la unión con Chuck D de los incendiarios y fundamentales Public Enemy; la burla a todo cliché sexista que pudiese representar el rock and roll y el mismísimo rap, en voz de Kim Gordon: “Hey, kool thing, come here, sit down beside me, there’s something i gotta ask you. I just wanna know, what are you gonna do for me? i mean, are you gonna liberate us girls from male white corporate oppression?  Tell it like it is, huh? yeah!, don’t be shy”. Es Gordon la que está citando al activismo, ironizando sobre el héroe y la liberación femenina en un mundo gobernado por el patriarcado y las grandes corporaciones: “Fear of a female planet?” murmura Chuck D – en alusión a «Fear of a black planet» de Public Enemy – en uno de los momentos insuperables del disco. La chica de la banda utilizando el alcance de la industria para lanzar un encriptado manifiesto radical.

 

 

El track cinco “Mote”, compuesto y cantado por Lee Ranaldo es la evidencia de la influencia ramonera con un inicio que podríamos comparar al de “Rock n roll radio”, ondas sonoras y un dial. Mientras que el resto nos recuerda a los mejores momentos de Rocket to Russia. Y qué mejor referente si vas a incursionar en la estructura pop-punk. La guitarra de Ranaldo reventada, filuda y distorsionada, el estruendo atraviesa toda la canción: When you see the spiral turning through alone / and you feel so heavy that you just can’t stop it when this sea of madness / turns you into stone picture of your life shoots like a rocket”. Los coros de J. Mascis, Dinosaur Jr. poniendo aires de punk melódico y finalmente el eterno juego de pedales y cuerdas en suspensión hasta el último acople.

 

 

“My friend Goo” mucho más simple y directa, en tono irónico ¿De quién se están riendo los Sonic Youth? ¿de las masas? ¿la moda? ¿o de alguna generación algo boba?. En “Disappearer” nos reencontramos con la experimentación, y ese juego de doble guitarra y bajo junto a la catártica y Mooniana batería de Steve Shelley, conteniéndose en un punto de equilibrio evitando que la contundencia marque decisivamente el ritmo de la canción, permitiendo ese característico ritmo indeterminado e impredecible.

La alternancia entre Thurston Moore, Lee Ranaldo y Kim Gordon como vocalistas, es otra de las grandes virtudes de la juventud sónica, otorgándole fluidez y carácter experimental a cada momento. Goo tiene estribillos, tiene catarsis eléctricas y amplificadores que están a punto de estallar. A continuación, dos piezas de la saga Kim Gordon “Mildred Pierce”, dos minutos y trece de melodía instrumental acelerada, estridencias y voz gutural explotando en el final que no puedo evitar vincular a las evidentes influencias que la banda recibió del crossover o de la declarada fascinación de Moore con el metal, uno de sus primeros amores.

 

 

En “Cinderella’s big score”, el inicio lo marca una espeluznante intro de riffs a punto de explotar marcando las diferentes afinaciones. En la batería, Shelley lleva el galope cada vez a mayor velocidad para llegar a la voz casi asfixiada de la rubia: “If i could give you anything, i would give you a kick /you’d rather have a dollar,than a hug from your sis”. La canción explota rabiosa y cruda en medio de sentimientos de decepción y oscuridad: “Don’t give me yr soul, it’s caught is an abyss  / a cold is gonna take you, and freeze away your tears”. En “Cinderella´s big score”, la calma ha desaparecido, Kim Gordon y Sonic Youth lo incendian todo.

 

 

Las últimas dos canciones del disco, “Scooter + jinx” un minuto y siete de caos sonoro, decibel y distorsión. Ruido puro y retorcido para pasar a “Titanium exposé”, marcada por las distorsiones de las guitarras, una intro potente, el quiebre, el groove y la sonoridad ácida. Thurston en la voz principal y Gordon en los coros: “Waking up i see you dreaming of a drivin’ open your eyes to see tv set in blue, i’ve been waiting for you to smile, i’m pretty freezin’, wintertime come summer, you are why it’s happenin’ / [kim]: sugar babe sugar babe do it to me, do me babe do me babe can’t you see me? i’m sugar now sugar now do it to me”. El juego de voces entre Gordon y Moore siempre otorga un toque espacial, y los interpases rítmicos y vocales son la curva del terror para el oyente inexperto en rock caótico. Vuelvo nuevamente a la sintonía de los neoyorquinos con la potencia del crossover y el metal extremo.

Goo se presenta como toda una cátedra sobre eso que conocemos como noise o rock alternativo. Pero vamos más allá de las etiquetas y los manoseados conceptos del underground o el mainstream. Esto es expansión pura, es ir de la premeditada experimentación arraigada en la vanguardia y lo anticomercial a un sonido de estructuras musicales claras y más cercanas a la convención, recibidas directamente de las grandes influencias pop que la banda adora, todo esto sin perder un gramo de alma, ni una nota de acople. Quizás, también, eso sea una alcantarilla abierta, los cojones y alma de un acto desprejuiciado que une elementos que parecen opuestos, y por supuesto, la claridad artística y la visión de una banda que es mucho más que una banda de rock alternativo.  Porque Sonic Youth es tan visceral como craneal, y su música siempre ha sido una propuesta artística completa desde lo ideológico, lo conceptual y lo visual. No olvidemos la memorable portada a cargo de Raymond Pettibon, ilustrador del underground norteamericano, cuya imágen icónica es recogida de la crónica roja y llevada a la estética pop,  comunicando el sentido total de Goo, que además de ejercer el cruce vital entre el noise y el molde verso/estribillo, es lo que el mismo Thurston Moore ha expresado al hablar del vídeo de Kool thing – canción emblema del disco – : Esto es el encuentro de Barbarella con Andy Wharhol”. Es un hecho comprobado que Sonic Youth dio con la fórmula del noise para las masas.

 

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Rossana Montalbán

Rossana Montalbán es periodista, investigadora y escritora. Fundadora y editora general de Crónica Sonora. Autora del libro “Tanto insistir" biografía de los pioneros del hardcore melódico BBS Paranoicos. Investigadora en género y feminismos en la música. Coordina desde 2021 el Club de Lecturas para Subir el Volumen: Música, género y feminismos. Ha colaborado con el Observatorio Feminista del Libro RedFem, Mujeres Críticas de Música. Ha escrito para diversos medios digitales e impresos entre ellos Grinder Magazine, Fotorock.cl, Revista La Noche, o la revista de crítica cultural Luzes de Galicia. Actualmente se encuentra trabajando en su segundo libro.

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