LITTLE RICHARD: ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO
La semana recién pasada el mundo recibió la noticia de que Little Richard había fallecido. Por supuesto que el mundo acusó recibo con pesar y no tardaron en aparecer los mensajes de despedida y homenaje para uno de los artistas más grandes de todos los tiempos. Un gigante a la altura de Elvis Presley, los Beatles o los Rolling Stones. Desde Paul McCartney y Mick Jagger hasta Flea de los Red Hot Chili Peppers, pasando por Spike Lee, Keith Richards y Stephen King, lamentaron públicamente la muerte de “Ricardito”, con mensajes afectados escritos de su propio puño. Y cómo no, si con su partida, se comienza a dar fin a una época dorada de la música que cambió el rumbo no solo del arte, sino de la cultura y la sociedad para siempre. Impensadamente —debido a su legendario estilo de vida autodestructivo—, solo Jerry Lee Lewis nos queda de aquella camada de genios que completan Elvis Presley, Chuck Berry, Fats Domino, Gene Vincent, Eddie Cochran y Buddy Holly, entre otros pioneros.
Tercero entre doce hermanos que componían una familia muy pobre en Georgia, una de los estados más racistas y conservadores de los Estados Unidos de aquella época, Little Richard aprendió piano muy pequeño y cantó en la iglesia pentecostal, hasta que a los trece años su padre lo echó de la casa, escandalizado por su ya asumida bisexualidad. El músico buscó sin éxito espacio en el ambiente artístico, hasta que la canción “Tutti Frutti” despegó con un éxito arrollados y salvó su vida. Más tarde aparecerían otros clásicos, como “Long Tall Sally” o “Lucille”, piezas donde destacaba el ritmo enérgico de su piano y su vozarrón lleno de adornos y gritos que influirían de manera absoluta en otros genios como Paul McCartney o James Brown.
De todos los astros de la primera ola del rock and roll, Little Richard fue uno de los más salvajes y transgresores (y eso que a su lado había otros wild child como Jerry Lee Lewis). Estamos hablando de un músico negro, que se depilaba las cejas, se maquillaba y tenía en sus gestos un aire amanerado, a la vez que lanzaba una y otra canción con referencias sexuales. No por nada la clásica canción “Tutti Frutti” tuvo que ser censurada y su letra modificada para ser publicada (la letra original decía: Tutti Frutti, buen trasero/ Si no entra, no lo fuerces/ puedes engrasarlo para facilitarlo). Todo esto produjo una fuerte discriminación, sobre todo en Georgia y los estados más conservadores del sur, que se tradujo, por ejemplo, en darle mucha mayor difusión y cobertura a las versiones que músicos blancos como Elvis Presley hacían de las canciones de Richard. (Elvis mismo grabó, entre otras, “Tutti Frutti” y “Ready Teddy.) Sin embargo, Little Richard era tan talentoso que vencería todos los obstáculos y se transformaría en uno de los puntales de aquella camada que desafiaba a la tradición e instalaba el rock and roll en primera línea.
En los años 60´ el rock and roll original comenzó a perder popularidad, pero con la explosión de las bandas inglesas se volvió a él, ya no como el estilo de moda, sino como uno de los pilares de todo lo que vendría después. Los mismos Beatles y los Rolling Stones se declaran absolutos deudores de la leyenda recientemente fallecida. Basta escuchar la versión original de “Long Tall Sally” y el cover que grabaron los Beatles y comparar las voces de Little Richard y McCartney. Las similitudes son innegables.
Las adicciones al alcohol y las drogas, más sus constantes idas y venidas de los escenarios —que abandonaba durante años para dedicarse a la iglesia, renegando de su vida anterior, hasta que el rock and roll volvía a tocar a su puerta y lanzarlo otra vez al ruedo—, fueron debilitando su presencia en la primera línea de la popularidad, pero al mismo tiempo se iba agigantando como influencia y referencia obligada de nuevas camadas de músicos.
Su ambigüedad sexual nunca dejó de ser tema, y él no le hacía el quite a declararlo. En una entrevista señaló que “todos somos masculinos y femeninos a la vez. El sexo es para mí como un bufé. Si algo me tira, voy por ello”. En otra ocasión se autoproclamó como “el rey y la reina del rock and roll”.
Pero no era tan simple declararse homosexual, y no solo por los códigos morales de la sociedad de la época, sino por sus propias trabas personales. Hombre de profunda fe cristiana, educado musicalmente en el góspel, Little Richard solía tener periodos de conflictos y culpa por su homosexualidad. En una ocasión, en medio de un concierto, presenció una revelación de Dios que lo llevó a tomar la decisión de dejar la música y volver a la vida religiosa. Incluso se dedicó a casar en ceremonias religiosas a parejas —como Bruce Willis y Demi Moore— que se peleaban por ser unidas por uno de sus más grandes ídolos musicales. En sus últimos años, Little Richard incluso llegó a declarar que había entendido al fin que la homosexualidad no es bien vista por dios. Contradicciones que nunca abandonaron la vida de este genio del rock and roll.
Versionado por Elvis, los Beatles, Creedence, Eric Clapton, Queen, Deep Purple, entre muchos otros, la música de Little Richard es hoy inmortal. Y desde ahora su leyenda también lo será. Uno de los grandes, de los gigantes, Little Richard hay uno solo y siempre estará presente en nuestros oídos y corazones. Descansa en paz.