Shadia Mansour: ¡no toques mi keffiyeh, carajo!
Estaba en la media cuando me compré mi primera palestina. No sabía mucho de su origen ni de su historia, pero me gustaba ese aire de rebeldía que despedía cuando veía como se llevaba en las marchas de forma casi militante. La asociaba con resistencia, así que me compré una con los clásicos colores blanco y negro. Me la amarré al cuello y salí a protestar.
Entonces no conocía del pueblo palestino más que su ubicación en el mapa, como algo recóndito y ajeno. El keffiyeh era un símbolo que incluso luego de haber sido arrancado de su contexto, retenía el aire indómito y de protesta de un pueblo en resistencia. Mi primera impresión no estaba lejos de la realidad, pero me faltaba mucho por conocer aún.
Shadia Mansaour sabe de esto. Y no contenta con saberlo, lo canta.
Su música llegó a los oídos de nuestro país gracias a la colaboración con Anita Tijoux en Somos Sur, canción lanzada el 2014. Sin embargo, con 35 años Shadia viene remeciendo la escena del hip-hop desde el 2003, teniendo público no solo en Medio Oriente, sino que también en Europa.
Nacida en Inglaterra, sus padres son originarios de Haifa y Nazaerth, ascendencia que sale a flote en distintos elementos de su música y vestuario; un ejemplo de ello es el keffiyeh que lleva en conciertos, prenda a la que le dedicó un tema titulado “El Keffiyeh es árabe.” Esta canción surgió como respuesta a la apropiación cultural de la que fue testigo, cuando encontró en el comercio estadounidense un keffiyeh con los colores de la bandera de Israel, estrella de David incluida. A esto, la cantante comentó: Pueden llevarse mi falafel y mi hummus… ¡Pero no toquen mi keffiyen, carajo!
Este es un ejemplo de las temáticas políticas que pueblan su música, fuertemente ligadas a la identidad palestina como un ejercicio de resistencia colectivo, pero no por esto exenta de cuestionamientos ya que, a pesar del orgullo de sus raíces, también mantiene una postura crítica frente a la desigualdad de género, negándose a presentarse en conciertos que separen el público por sexo.
Elementos como el idioma, la sonoridad y las letras brindan a su trabajo musical de una particularidad discursiva fuertemente relacionada a la identidad palestina. Es, después de todo, una decisión política el cantar exclusivamente en árabe a pesar de dominar el inglés, idioma que permitiría a su música un alcance más comercial. Sin embargo, Shadia prefiere la riqueza del idioma de sus padres.
Los elementos sonoros de su música también están repletos de sonidos y frases musicales que hacen referencia a la música tradicional árabe, haciendo de inmediato identificable su procedencia incluso antes de escuchar su voz. Esta musicalidad árabe se mezcla con los recursos característicos del hip-hop, dando así un sonido característico con una genealogía potentemente marcada.
Como sucede comúnmente tanto como con la música de protesta, como con el hip-hop, las letras de Shadia son de carácter expositivo, con un mensaje claro que no busca esconderse tras un lenguaje innecesariamente embellecido, aludiendo a problemáticas actuales que aquejan a su pueblo. La canción anteriormente mencionada, “El Keffiyeh es árabe”, es un ejemplo claro de ello:
(…)
La ropa que usamos, ellos la quieren; nuestra cultura, ellos la quieren;
Nuestra dignidad, ellos la quieren; todo lo que es nuestro, lo quieren.
La mitad de tu país, la mitad de tu hogar; ¿por qué no? No, yo les diré.
Robar algo que no es de ellos, no puedo permitirlo.
Nos imitan con lo que vestimos; esta tierra no es suficiente para ellos. ¿Qué más quieres?
Sienten codicia por Jerusalem. Aprendan a decir “seres humanos”.
Antes de que todos usaran un kuffiye, estamos aquí para recordarles quienes somos.
Y les guste o no, este es nuestro estilo.
Por eso rockeamos el kuffiyeh, porque es patriótico.
El kuffiyeh, el kuffiyeh es árabe.
Por eso rockeamos el kuffiyeh, la esencia de nuestra identidad.
El kuffiyeh, el kuffiyeh es árabe.
Shadia abre esta canción exponiendo la problemática de la apropiación del kuffiyeh, señalándolo como una parte de algo mayor, una analogía al conflicto palestino y lo que este ha significado a nivel cultural e identitario. La asimilación de la estética palestina como una moda, despojada de su identidad, como un ejemplo de comercialización de la cultura es tan solo el principio. Aparte de esta descontextualización, existe una reapropiación por parte de quienes son los opresores del pueblo palestino, mostrando la tensión política existente en la disputa de esta prenda.
En esta estrofa, Shada denuncia el hurto ¿No les basta con las tierras? ¿Qué más van a llevarse? Sin embargo, la identidad no es algo que esté dispuesta a transar.
No hay nadie aún como el pueblo árabe
Muéstrame otra nación en el mundo que tenga más influencia
La pintura está clara; somos la cuna de la civilización.
Nuestra historia y patrimonio son testigo de nuestra existencia.
Por eso rockeo el atuendo Palestino.
Desde Haifa, Jenin, Jabal al Nar hasta Ramallah.
Déjame ver el kuffiyeh, el blanco y el rojo.
Déjame arrójalo al cielo.
Soy árabe, mi lengua crea terremotos.
Hago temblar los mundos de guerra.
Escuchen, soy Shadia Mansour y el atuendo que visto es mi identidad.
Desde el día en que nací, despertar la conciencia de las personas ha sido mi responsabilidad.
Pero fue críada entre el miedo y la madad, entre dos áreas,
Entre el rencor y la pobreza, veo la vida desde ambos lados.
Dios bendiga el kuffiyeh, como sea que me rockees, donde sea que me veas,
Me mantengo leal a mis orígenes: Palestina.
Ahora, se coloca al pueblo árabe en el centro, resaltando la importancia de su cultura a nivel mundial y la relevancia de su historia y patrimonio. De esta forma la identidad cultural arábica es señalada como algo imposible de borrar, cuya huella está tatuada en el mundo entero. El orgullo que nace de ello, le hace reafirmar más su posición y disputar el vestuario como parte de dicho patrimonio identitario.
Para finalizar la canción, Shadia se coloca como protagonista, rescatando su propia experiencia como un relato que habla por una generación que ha crecido viéndose envuelta en conflictos políticos de tal envergadura. Son estas vivencias las que le de una visión holística, pero pese a la cual mantiene su postura, reafirmando su identidad palestina. Finaliza el tema con una frase que engloba todo aquello, como una declaración de principios.
En una sociedad en donde el rol de la mujer está aún en debate, Shadia Mansour se abre paso con una voz potente, cuestionando los elementos más tradicionales de su cultura. Su aparición en escena genera de por sí controversia, pero también reposiciona la identidad palestina en los escenarios, con orgullo y una postura política de resistencia. Son estos elementos los que enriquecen su música, convirtiéndola en una infaltable para los amantes del hip-hop.