BOB DYLAN : UN GÉNERO EN SÍ MISMO
En octubre de 2016 Bob Dylan fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer músico en recibir el honorable galardón que reconocía en él la contribución de haber «creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana», una expresión tanto musical como literaria que continua siendo explorada como un género en sí mismo, como bien lo muestra la extensa bibliografía existente en torno al laureado cantautor.
Por Rossana Montalbán
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El trabajo de Dylan y su impacto como referente cultural, musical y literario desde la década de los 60s, se encuentra revisado y analizado en una vasta bibliografía. Ensayos, biografías y cancioneros que continúan la interminable labor de descifrar la figura e influencia del cantautor en la música y en la literatura. Exhaustivas investigaciones de quienes han observado el viaje de Dylan desde sus primeros días como músico folk, militante y exponente de la canción protesta, hasta su evolución al sonido eléctrico y la elaboración de un cancionero profundamente americano, cargado de referentes literarios.
La bibliografía Dylaniana es extensa, y al parecer, interminable cuando una y otra vez se vuelve a escribir sobre el cantautor, abriendo nuevas interrogantes probablemente porque la respuesta definitiva a su obra y figura no existen, y no son parte de su leyenda. Una leyenda en permanente construcción, tal como se enuncia en el documental Rolling Thunder, pieza audiovisual que registra uno de los momentos vitales del cantautor, cuando en plena década de los setentas decidió salir de gira con una caravana de músicos, músicas, poetas, colaboradores entre los que se incluían Allen Ginsberg, Joan Báez, o Joni Mitchell, un capítulo ya relatado con anterioridad en una fascinante crónica escrita por Sam Shepard publicada como libro » Rolling Thunder: Con Bob Dylan en la carretera».
Lo cierto es, que probablemente, pocos músicos vivos reúnen tan extensa bibliografía sobre ellos y su obra, comprobándose una vez más el puente establecido por Dylan y el mundo literario, puente que ha estimulado la retroalimentación entre ambos universos, y a su vez, ha creado un género en sí mismo, el dylaniano o el sub género de la canción de autor o canción literaria, cuyas inflexiones transitan por el poemario, la crónica, la alegoría. Un cancionero que es en sí mismo, literatura pura.
Pero para hablar de Dylan, es necesario remontarse tanto y, de igual manera, a su génesis musical como a su génesis como escritor de canciones. Y en cómo estos mundos y sus elementos se transfiguraron en él, dando forma al universo dylaniano que fue parido gracias a los cromosomas de Dylan Thomas, Woody Guthrie, Robert Jonhson y Pete Seeger.
Desde sus comienzos, Bob Dylan cantó pensando en los desheredados y en los marginados. Para ello utilizó y revitalizó la tradición popular del folk americano: las baladas del Norte y el blues del Sur. De este modo, introdujo en la canción moderna elementos tradicionales y sociales mientras ligaba sus composiciones a sus experiencias personales. Como muchos otros, viviendo el clamor de la convulsión de los años sesentas, Dylan buscó nuevas formas de expresión que a pesar de venir referenciadas demandaban en espíritu el nacimiento de un mundo nuevo.
Su personal lectura del folk, la llegada a la canción protesta y su posterior mal llamada «conversión» al rock, conforman la encrucijada permanente de su obra, tres momentos formativos de Dylan con distintas intensidades tanto lírica como musicalmente que quedaron plasmadas en casi una década de discos como «Bringing it all back home», «Highway 61 revisited», «Blonde on Blonde» o «Blood on tracks», constituyendo el nacimiento de un solo Dylan, de un solo referente, el cantautor con guitarra eléctrica.
El 13 de octubre de 2016, Dylan se convirtió en el primer músico y cantante en recibir el premio Nobel de Literatura. Con este galardón la Academia Sueca reconoció su aporte capital a la narrativa de la música esgrimiendo como razón suficiente el hecho de «crear una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana». El inusitado reconocimiento solo vino a confirmar su intervención y presencia en las artes literarias desde hace ya casi cincuenta años y vino a recordar la obsesión por descifrar su genio e ingenio, obsesión que ha perseguido a críticos musicales y académicos alrededor de todo el mundo, alimentando miles de páginas y ediciones en diversos idiomas, todas presentadas como aproximaciones no definitivas.
Tras conocerse, quizás, la máxima confirmación del impacto de Dylan, se hizo necesario acudir a aquellos libros que tiempo antes ya habían explorado a modo de estudio literario su obra. Ese es el caso del libro de Christopher Ricks y «Dylan: visiones del pecado» editado en 2004, un trabajo que revisa y analiza la poesía del cantautor, en tanto métrica, versos y metáforas, conectándolo a otros nombres capitales de las letras. Al mismo tiempo, leer a Dylan, y no sobre Dylan, probablemente sea una de las más concretas aproximaciones a su obra, por eso, su aplaudida autobiografía Crónicas, Vol 1, también editada por primera vez en 2004, resulta una parada necesaria en este viaje al centro del músico.
DYLAN POETA: VISIONES DEL PECADO
Christopher Ricks
En este libro del profesor Christopher Ricks, el académico analiza con mirada crítica las composiciones del cantante y poeta norteamericano -al que emparenta con los grandes poetas anglosajones T. S. Eliot, Gerard M. Hopkins, Tennyson, John Donne, William Blake y Philip Larkin – comparando incluso al bardo norteamericano, por su genio, ingenio y desenvoltura para saltarse las normas, con el propio William Shakespeare, a quien se conoce popularmente en los países anglosajones como «The Bard».
¿Por qué los poemas que forman las canciones de Dylan son tan buenos? bajo esa sencilla pero enorme pregunta, el autor, Christopher Ricks, desarrolla este libro donde se interna verso a verso en los escritos del cantautor. Considerado junto a Harold Bloom uno de los principales críticos literarios contemporáneos, cuando desmenuza las letras (o poemas) de las canciones de Dylan y analiza incluso el modo de interpretarlas (recitarlas) para averiguar dónde reside el misterioso atractivo que hace que se sigan escuchando cincuenta años después y sean referencia inevitable de casi dos generaciones.
A pesar de ser un ateo confeso, Ricks utiliza como armazón para su análisis pecados capitales, virtudes teologales y hasta «gracias divinas», consiguiendo detectar toda clase de resonancias bíblicas incluso en canciones no pertenecientes a esa época religiosa que, para algunos de nosotros, resulta la menos interesante pero que no deja de ser parte del universo dylaniano.
BOB DYLAN
CRÓNICAS
Los prolegómenos de la crónica vital y profesional de Bob Dylan nos remontan, a través de una mirada abierta, al Greenwich Village de 1961, testigo principal de su llegada a Nueva york. De ahí parte la andadura iniciática que el bardo desgrana en este primer volumen de la trilogía autobiográfica cuando, recién llegado a Nueva York, merodea por el Village en pos de su destino. Dylan alterna observaciones elegíacas con retazos de recuerdos, aderezados con comentarios agudos e incisivos.
Las incomparables dotes de narrador y la exquisita expresividad que constituyen el sello distintivo de su música hacen de Crónicas una reflexión penetrante sobre la vida y sobre las personas y los lugares que moldearon al hombre y su arte.
Una autobiografía mayor, con puño y letra del laureado cantautor, en la que junto con explorar su llegada a Nueva York en 1961 y la grabación de su primer álbum, describe uno de sus periodos personales menos luminosos, omitiendo su época de mayor fama, a mediados de la década de 1960.
A su vez, la pluma y el criterio narrativo del músico se deciden a recorrer en extenso la historia de dos de sus álbumes menos conocidos, New Morning (1970) y Oh Mercy (1989), narrando sus colaboraciones con el poeta Archibald MacLeish y con el productor Daniel Lanois. En el capítulo de New Morning, Dylan aborda su insatisfacción y rechazo con la idea del «portavoz de una generación» que por décadas se le atribuyó.
Dejando en claro que es uno de los cronistas más aventajados de su generación, en el final del libro el músico describe con pasión el momento en que escuchó por primera vez la composición de Bertolt Brecht y Kurt Weill «The Threepenny Opera» y el momento en que su oído descubrió los discos de Robert Johnson.