THE NEW YORK DOLLS: MEDIO SIGLO DE ROUGE, TACONES Y CRUDEZA

Si hay una palabra que resume de manera más o menos amplia a la banda New York Dolls, esa palabra es influyentes. Su aparición a comienzos de los años ’70 fue un verdadero mazazo a quienes vieron en ellos la inspiración para tomar los instrumentos y formar sus propias bandas.
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Herederos descarriados del rock and roll de los años ‘50, mezclados con una actitud desafiante, peligrosa – y no solo para la sesión de fotos -, con un sonido desprolijo clásico de garage y una facha de travestis pendencieros, New York Dolls fue una verdadera bofetada a los grupos empaquetados, una llama que devolvió al rock and roll a la calle y le entregó la posta a bandas como Ramones para que dieran forma a lo que posteriormente se conocería como punk. Pero su historia está llena de excesos y tragedias que tienen hoy solo a uno de los sus miembros, el cantante David Johansen, con vida. El hecho de que estemos cumpliendo cincuenta años desde su fundación, quizás sea una buena excusa para detenerse en su historia, tan breve y autodestructiva como alucinante.
El glitter-rock, rebautizado en la actualidad como glam-rock, nació de las posturas desprejuiciadas y provocadoras de un puñado de músicos que coqueteaban con la ambigüedad -fuera real o simple pose- a través de disfraces, el uso kitsch de lentejuelas y maquillaje femenino. Pero su sonido era más bien clásico, excepto en momentos de genialidad de Bowie o en piezas inspiradas de Marc Bolan de T-Rex. Los New York Dolls tomaron esa apariencia provocadora para adaptarla a su particular música, mucho más cercana a los riffs sucios de Keith Richards que a las melodías de glitter-stars como Elton John. Pero no solo eso, los Dolls se ponían tocones y llevaban navajas, se emborrachaban, eran yonquis y callejeros. Eran peligrosos. Su rock and roll esencial, inmediato, sin sobreproducción ni overdubs, más sus letras que hablaban de drogas y de la calle, los transformaron en cosa de semanas en la banda que había que ir a ver. Sus influencias musicales eran marcadamente cercanas al blues y al rock and roll primitivo -incluso grabaron un cover de Bo Diddley para su legendario álbum debut-, al sonido sucio de los primeros Rolling Stones, más la ejecución fiera de los Stooges y MC5, pero todo pasado por el filtro de las peligrosas calles de la Nueva York de los ‘70.
Los Dolls se formaron en 1971 y comenzaron tocando en algunos antros neoyorquinos. La primera formación que saltó al escenario estaba compuesta por el cantante David Johansen, los guitarristas Johnny Thunders y Sylvain Sylvain, el bajista Arthur Kane y el baterista Billy Murcia. Sus actuaciones eran tan salvajes que se corrió la voz por toda la escena neoyorquina y pronto estaban tocando en el Max’s Kansas City, local famoso por las exhibiciones de la Velvet Underground. Ya en 1972, The Faces, la banda de Rod Stewart y Ron Wood, los invitaron a ser sus teloneros en una serie de conciertos en Londres, incluyendo presentaciones multitudinarias en Wembley. Todos los miembros de los Dolls eran aficionados -aunque aficionados es decir poco- a las fiestas y el consumo de alcohol y drogas, lo que pronto comenzaría a marcar a fuego su trágica trayectoria. En una fiesta tras una de esas presentaciones en Londres, el baterista Billy falleció en la tina. Lo que ocurrió fue que Murcia se desmayó por una sobredosis accidental de Quaaludes o Mandrax mezclados con alcohol. En un esfuerzo por reanimarlo, fue puesto en la tina con agua caliente mientras le metían café frío, el cual se derramó por su garganta dando lugar a una asfixia que le provocó la muerte. La banda canceló los shows que le quedaban en Inglaterra y volvió a Nueva York, sin pensar en que su reputación de tipos peligrosos y salvajes se había acrecentado con la muerte absurda de su baterista, quien fue reemplazado por el legendario Jerry Nolan, dando así con la formación más clásica de New York Dolls: Johansen, Thunders, Sylvain, Kane, Nolan.
Esta fue la formación que entró a grabar, con la producción del reputado Todd Rundgren, su primer disco de estudio bajo el sello Mercury y publicado en 1973. Este álbum fue una catarsis. Estaban allí todos los elementos que convirtieron a los Dolls en una de las bandas más influyentes del rock and roll y su evolución futura. Canciones rápidas y directas, un sonido difuso y ruidoso, letras muy lejanas del simbolismo o la poesía, sino que muy terrenales, que hablaban de la neurosis de la vida en una ciudad como Nueva York, de drogas, de problemas adolescentes y cortocircuitos sociales. Quizás el título de canciones como “Personality Crisis”, “Trash” o “Pills” nos den una pista de dónde iba la cosa. Otro aspecto impresionante es la portada, con los Dolls luciendo sus tacones y labios pintarrajeados, con cocteles y cigarrillos, y el logo de la banda escrito con lápiz labial. Una invitación real al lado salvaje.

El álbum -titulado simplemente New York Dolls– abre con “Personality Crisis”, lo más cercano a un hit que llegaron a tener. El tema es sin duda uno de los comienzos más impresionantes en la historia del rock and roll. Un golpe de platillo, un riff, una escala en el piano al estilo Jerry Lee Lewis, y comenzamos a ser invadidos de puro rock and roll: tres acordes, energía y espíritu juvenil, notoriamente influido por los Rolling Stones, pero llevado al extremo salvaje en el que siempre se movieron. continúa el álbum con “Looking For A Kiss” y “Vietnamese Boy”, ambas piezas adrenalínicas que anticipan de manera clara al punk que estaba a punto de explotar. Otras canciones imperdibles son “Frankenstein” y “Trash”, piezas que esconden el poco virtuosismo de los músicos tras una dosis de fiereza y energía pocas veces escuchada hasta entonces.
Los Dolls en corto tiempo ganaron una corte de seguidores ilustres. Los futuros miembros de Ramones reconocieron en varias entrevistas que ver en vivo a los Dolls fue lo que los empujó a crear la banda, lo mismo que a la mayoría de los músicos que protagonizarían poco tiempo después el fenómeno del CBGB. El mismo David Bowie iba a verlos cada vez que su estadía en Estados Unidos coincidía con sus presentaciones y llegó a dedicar una canción al fallecido Billy Murcia, con quien Bowie hizo amistad en 1972, mientras seguía las presentaciones de la banda y se iba de fiesta con ellos. Incluso, al otro lado del Atlántico, un joven Morrissey se transformaba en el presidente de su club de fans en Inglaterra, absolutamente encandilado con la impostura e insolencia de la banda (en su biografía dedica páginas y páginas a la influencia de los New York Dolls en su carrera musical).

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Como suele ocurrir con bandas como los Dolls, las críticas fueron increíbles, pero las ventas moderadas. Hubo más giras, presentaciones en televisión, más fiestas y drogas, fama y respeto, pero nunca hubo éxito comercial. Hubo también un segundo álbum que tampoco logró el éxito de ventas y ni siquiera el mismo efecto en el público que su debut, lo que los dejó sin sello y empujó a la banda a buscar ciertos cambios. Así fue como el célebre Malcolm McLaren pasó a tomar las riendas del grupo. El futuro “creador” de los Sex Pistols quería darle al grupo una onda más provocativa y se le ocurrió vestirles de rojo y hacerlos actuar con una bandera soviética de fondo, pensando que sería una buena forma de publicidad, aunque fuera provocando con un tema tan delicado para los estadounidenses en tiempos en que la Guerra Fría seguía latente. La cosa no funcionó ni de cerca. La percepción en el público era que los Dolls estaban acabados, buscando cualquier recurso para volver a salir a flote. Los excesos tampoco ayudaban y la banda pronto se disolvería. McLaren, sin embargo, volvería a Londres con muchas ideas que aplicar allá, desde una tienda de ropa donde vender atuendos tipo New York Dolls, hasta formar una nueva banda basada en la música de los neoyorquinos más la apariencia de otro joven que por entonces comenzaba a asomar en la escena underground de Nueva York: Richard Hell. Pero esa es otra historia.
Tras su disolución, Johnny Thunders y Jerry Nolan formaron los Heartbreakers -donde también tocó Richard Hell-, agigantando su leyenda con esta nueva banda pionera del punk, con temas como “Born to lose”, “Baby talk”, “I wanna be loved” y “Chinesse Rocks”. Sin embargo, los músicos nunca pudieron lidiar con los excesos y, en 1991, Thunders moriría de una sobredosis. Un año más tarde fue el turno de Nolan.
El año 2004 se produjo una inesperada reunión de la banda. Fue Morrissey, su eterno fan, quien los alentó insistentemente -por teléfono y en persona- para que regresaran a los escenarios. El excantante de los Smiths fue quien les consiguió todo para el regreso, que contó también con la grabación de un disco en vivo (The return of the New York Dolls: Live from Royal Festival Hall, de 2004) y una película documental.
Sylvain, Kane y Johansen volvían a reunirse y esta vez bajo la chapa de leyendas vivientes. Ya no tenían nada que demostrar, sino que simplemente disfrutar y darles a sus fans más jóvenes el privilegio de escucharlos en directo. Pero la suerte no estuvo de su parte y meses después del glorioso regreso la banda sumó a otra nueva baja: Arthur Kane, que murió de leucemia.
Sylvain y Johansen siguieron adelante, consiguieron a otros músicos y grabaron un par de discos más. Si bien hay en estos trabajos algunos buenos momentos que nos recuerdan a los viejos Dolls (“Runnin’ around”, “Dance like a monkey”, “Punishing world”, “’Cause I sez so”), sus actuaciones en vivo habían bajado mucho su fuerza y calidad. Por otro lado, mucha agua había corrido bajo el puente, los Dolls ya no eran los travestis maleantes y rocanroleros de antaño, sino que tenía una edad respetable y sus canciones ya no sonaban a espíritu adolescente, sino más bien a nostalgia. Fue así como se produjo la nueva y definitiva separación de (lo que iba quedando de) los New York Dolls. Para colmo, a comienzos de 2021, en que conmemoramos los cincuenta años de su fundación, el guitarrista Sylvain Sylvain falleció de cáncer.
Muchas son las bandas y músicos que han rendido tributo a los Dolls, ya sea citándolos en entrevistas como una de sus máximas influencias, o directamente a través de covers, como Joan Jett, Scott Weiland, y Sonic Youth, que grabaron excelentes versiones de “Personality crisis”, o The Panic Buttons y Morrisey, que grabaron sus versiones de “Trash”. La influencia de esta banda es fundamental para que el rock and roll haya recuperado la fuerza y para que el punk pudiera surgir y llegar a ser exitoso. ¿Qué escuchar para comenzar? Sin duda, el New York Dolls, aquel disco homónimo del año ’73, ese de la foto de los cinco músicos sobre sus tacones, con sus caras poco amigables y el coctel en la mano. Por lejos, uno de los discos más influyentes en la historia del maldito rock and roll.
