LIZ PHAIR Y EXILE ON GUYVILLE : MUCHO MÁS QUE INDIE ROCK

LIZ PHAIR Y EXILE ON GUYVILLE : MUCHO MÁS QUE INDIE ROCK

En 1993 Liz Phair publicó su álbum debut Exile in Guyville, disco a menudo señalado como una de las obras maestras del indie rock de los noventa. Un álbum inscrito en la insigne cantautoría eléctrica estadounidense, acuñando relatos de supervivencia, deseo sexual, cosificación y relaciones fallidas en un mundo llamado Macholandia. Todo aquello mediante un exquisito indie rock parido desde la guitarra telecaster y la voz monocromática de una joven compositora que tempranamente dio vida a un decálogo de dieciocho sutiles pero feroces tracks esencialmente feministas sin querer serlo.

Por Rossana Montalbán


Treinta años se cumplen desde la aparición del disco debut de Liz Phair, el adelantado Exile in Guyville. Treinta años en los que la compositora reafirmó cada una de las cuestiones plasmadas en el álbum en aquellos días que dieron forma a un trabajo precóz, en el cual la cantautora supo dar vida a una voz fuerte, disconforme y profundamente incómoda con la supremacía masculina en la vida y en la escena musical. Todo aquello desde el rol de una habilidosa compositora, guitarrista y, ciertamente, cosificada mujer rubia que, rubia y sexy, ante todo, representaba para el obsoleto y inamovible público masculino, la imagen de la «amarican sweetheart» del indie rock. Una imagen en desmedro del discurso no complaciente que la artista elaboró para su música, con el que dio lugar a una permanente crónica vivencial desde el lugar de una bella, deseada y deseosa mujer tocando rock en una industria y escena que por esos días se llamaba alternativa pero que practicaba  los mismos hábitos de abuso, invisibilización y sexismo habituales en el resto de la camarca.

El ingenioso título del disco ya decía bastante al momento de su aparición. Exile in Guyville tomaba el álbum de los Rolling Stones Exile On Main Street para mostrar la inesperada capacidad de respuesta con un decidido parafraseo dispuesto a desmitificar la idea y el sitio de una mega banda masculina, figura encarnada por el histórico cuarteto. Eso, solo para empezar, porque el disco además de internarse en los anales sonoros de la música americana y contener una deliciosa inclinación hacia la melodía y sintetizar la cantautoría de guitarra eléctrica, como Dylan, Lou Reed, Victoria Williams o Bruce Springsteen pasados por el wah-wah y la crudeza de su propia década, formuló de manera implicita – explicita una serie de cuestionamientos a las formas de sexismo, misoginia, abuso y acoso sexual que cada mujer experimenta a lo largo de su existencia sin previo aviso o conciencia, y aún más, al interior de su vida personal y de sus espacios íntimos, donde probablemente la sexualidad sea el campo de constantes forcejeos y disputas, una inquietud con la que Phair logró tejer relatos de supervivencia en un lugar llamado macholandia, una macholandia que si bien era observada por la tercera ola feminista y el movimiento Riot Grrrl – del cual estética y sonoramente Phair no formó parte – continuó paseando campante y orgullosa por cada esfera, lejos de señalamientos o de los concensos y condenas públicas y sociales que hoy existen con un poco más de fuerza y visibilidad momentánea.

Con ese mismo orgullo, buena parte de la muchachada quiso obviar los casi evidentes mensajes de uno de los discos más alabados y bien acogidos de ese momento, queriendo ignorar que esa bella rubia de piernas largas, guitarrista aventajada por cierto, estaba encarando a toda una cultura de machismo al hablar de deseo sexual, cosificación y fallidas relaciones amorosas y carnales, a través de un refrescante sonido indie de cuerdas estilizadas, enraizadas en buena parte de la historia de la música y el rock estadounidense, dispuesto en dieciocho tracks que dan cuenta también de la extensión inusual del disco y de la fluidez creativa de una joven compositora que terminó pariendo lo que ha sido considerado el decálogo para una cantautoría indie de mirada esencialmente feminista sin llamarse feminista.

En medio de este aniversario, Matador Records anunció el lanzamiento de la reedición 2023 del icónico álbum, una reedión que recién estará discponible el próximo 20 de octubre, pero que ya se puede adquirir en preventa. Reeditado anteriormente en 2018, en una caja de lujo titulada Girly-Sound to Guyville, que incluía el álbum original remasterizado y el primer audio oficial restaurado de las cintas Girly-Sound de 1991, primeros trabajos de Phair autoeditados en casete, el disco volverá a estar disponible, esta vez en doble LP de vinilo en color púrpura en edición limitada.

La reedición del aniversario treinta, trae consigo la inclusión de una toma descartada en 1993, llamada Miss Lucy, proveniente de las cintas de Girly Sound de Phair, que ella misma distribuyó en su casa de Chicago antes de lanzar Guyville correctamente, pero esta versión de la canción fue grabada con Brad Cook durante las sesiones de Guyville, solo para quedar fuera del registro a favor de la canción Flower.

Al igual que Flower, Miss Lucy es un número lascivo y melancólico en el que Phair flexiona su registro más bajo sobre un simple riff de guitarra, en contraste con su trama de inclinación oscura. “Y los chicos y los chicos, están follando/ Y las chicas y las chicas, están follando/ Y las chicas y los chicos, están follando En la oscuridad/ Y las chicas y los chicos, están follando/ En lo oscuro”, entona en el outro, sonando más nerviosa que a gusto.

Su consideración no ha hecho sino crecer en estas tres décadas, algo que junto a esta reedición justifica ampliamente la gira del próximo noviembre en la que Phair interpretará íntegramente el disco junto a otros clásicos de su carrera.

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