MERCYFUL FATE: EL TIEMPO ESTABA DETENIDO
La banda danesa que a inicio de los ochenta dio vida al Heavy Metal ocultista creando un nuevo subgénero que redefinió el curso del metal como género musical, regresa a Santiago más de dos décadas después de su mítico debut. Mercyful Fate se presenta en la capital este 22 de abril en un esperado reencuentro con su seminal discografía, con su ineludible influencia y con ese precursor sonido que sigue haciendo escuela hasta el día de hoy.
Por Cristóbal Durán
Pese a sus reiteradas detenciones, a esta altura totalmente sistemáticas, lo cierto es que Mercyful Fate es una banda que se rehúsa a desaparecer. Hiberna, como una especie de Cthulhu, esperando regresar de forma imprevisible a recordar su lugar. Pusieron a
Dinamarca en el mapa en lo que respecta al metal pesado. Y no sólo eso. Contribuyeron propiamente a crear un género. Sin duda forjaron una identidad para el Heavy Metal, casi sin precedentes. Lo hicieron conjugando dos aspectos que, desde los inicios de la banda, por 1980-81, marcó una impronta para lo que sería una alianza totalmente reconocible en la tradición del metal oscuro. Esa oscuridad venía del encuentro entre una calidad compositiva infalible y virtuosa, a la vez melódica y pesada, con una propuesta estética y lírica que subrayaba ante todo el elemento ocultista y satánico.
Esta oscuridad ya se preparaba en la aparición de sus contemporáneos de Venom, que sacaron su primer LP, Welcome to Hell, a finales de 1981, solo unos meses después de que Mercyful Fate grabaran un demo con algunos de sus primeros temas icónicos. Sin embargo, pese a la temática aparentemente compartida, el sonido de los británicos bebía mucho más directamente del Rock & Roll, haciéndose parte de un linaje que encontraba en Motörhead a su fuente más directa, aunque llevada a su extremo. Los nórdicos produjeron algo totalmente distinto.
Mercyful Fate viene del encuentro de dos mundos sonoros: Black Rose, muy influenciado por Deep Purple y Uriah Heep, y Brats, una banda con un sonido único, que podría calificarse como heavy metal punk. La voz de King Diamond y la guitarra de Hank Shermann, hasta hoy los únicos miembros originales de Mercyful Fate, se encontraron casualmente en los últimos momentos de Brats, que se disolvió solo para convertirse en la primera encarnación de Mercyful Fate. Su EP debut de 1982 ya nos muestra algo muy singular: la combinación de voces más guturales con el falsetto da al registro de King Diamond una cualidad excepcional, junto a la marca registrada cada vez más reconocible de la guitarra de Shermann. Y una extraña y equilibrada relación entre elementos que podemos reconocer en el Hard Rock, en el Heavy tradicional e incluso en uno que otro aire progresivo.
Sus continuadores, los álbumes Melissa (1983) y Don’t Break the Oath (1984), terminan de consolidar un compuesto entre una iconografía y una lírica que se condice con la música, hasta entonces inaudible en el Heavy Metal. Con una aproximación mucho más centrada en la creación de personajes y escenarios, incluso con una mitología propia, que en el Heavy Metal no era común con ese nivel de complejidad durante la primera mitad de los años ochenta, la música desafía al oído, cargándolo de horror, y creando una atmósfera, tan solo asimilable a la oscura solemnidad que quería transmitir en sus inicios Black Sabbath. Pero aquí las diferencias de velocidades, la recepción de Judas Priest y de la naciente NWOBHM (New Wave of British Heavy Metal) se vuelca abiertamente al ocultismo, y sobre todo en sus inicios, a la figura de Satán.
Basta con remitirnos a “Satan’s Fall”, “Desecration of Souls” o “Black Funeral”, o al imaginario que construye el personaje de Melissa, una bruja quemada en la estaca, para entender a qué nos referimos. La banda se separa por primera vez, abruptamente y en plena escalada, en 1985, para no reaparecer sino hasta 1993. 5 LPS desde entonces (y destacaría en particular Time, de 1994), el último de ellos aparecido hace ya 25 años, en 1999, nos siguen mostrando a una banda fiel al sonido y la atmósfera de sus orígenes, aunque algo menos directa con relación a sus aspectos líricos. Lo cierto es que, por sus primeros trabajos, donde acuñan propiamente su sonido, y quizá más todavía por el entrelazamiento entre su complejidad compositiva y la extraordinariamente singular y reconocible voz de King Diamond, la banda siempre será considerada como un pilar en el metal pesado. Y, por supuesto, como una influencia clave no solo para bandas que podrán ser directamente herederas de su sonido e imaginario (podemos pensar, rápidamente, en In Solitude, Attic, los conocidísimos Ghost, o en Chile a Shadows), sino para una gran parte de los subgéneros más amplios desarrollados por el metal extremo que se originan luego del puntapié dado por los daneses.
No es raro que se ponga muchas veces a Mercyful Fate en los inicios de la primera ola del Black Metal, por cuestiones temáticas o por el uso de lo que se llamará luego corpsepaint por parte de King Diamond, pese a la diferencia radical de sonoridades en juego (si lo comparamos, está demás decir, con bandas como Bathory o Hellhammer). Haber hecho variar su propia originalidad, solo para profundizar en su atmósfera, una y otra vez, eso es lo que ofrece Mercyful Fate, una banda que sin duda está en el principio, pero también de alguna manera en toda una larga tradición. Y que vuelve, de tanto a tanto, a recordarnos que, pese a que “el tiempo nunca se quedará”, como dice la línea final de “Time”, Mercyful Fate pareciera querer decirnos lo contrario.