NAPALM DEATH : UNA INCONDICIONAL VIOLENCIA SÓNICA
La banda nacida en Birmingham a inicios de los ochenta, irrumpió en un momento clave para el underground justo cuando comenzaba el asenso del thrash y el anarco punk más radical brotaba como la peste. Desde entonces, la banda ha escrito la historia del metal extremo a lo largo de décadas de la mano de constantes transformaciones que confirman su rol fundacional y su capacidad de movimiento desde sus primeros días hasta el presente. Napalm Death toca en Santiago este viernes 4 de octubre con su formación cuarteto más estable y clásica.
Por Cristóbal Durán /redacción Crónica Sonora
Si se trata de hablar de música extrema y de violencia sónica, Napalm Death suele aparecer siempre indicados como una de las referencias ineludibles y en muchos casos como una de las más determinantes. Con más de 40 años abocados a la tarea de destruir tímpanos, estos oriundos de Birmingham han escrito la historia del metal extremo y de todos sus entrecruzamientos, quizá como ninguna otra banda sobre en el planeta.
Nacidos en un momento en que las contaminaciones mutuas entre la ascendencia metálica y el anarco-punk más contestatario estaban a la orden del día, la banda no ha estado exenta de varias transformaciones en su recorrido. La banda inicia su trabajo muy lejos de lo que la ha convertido en lo que es hoy. Con varios demos publicados entre 1982 y 1986, su sonido fue mutando de una manera notoria desde esos primeros trabajos, mucho más asociados al anarco-punk pacifista, tan distintivo de la Inglaterra de esa época (uno de los temas más antiguos que todavía se pueden encontrar disponibles figura en un disco recopilatorio publicado por Crass Records, de los influyentes Crass, en 1984).
Fue con la llegada de Justin Broadrick (por ese entonces miembro del combo de metal industrial incipiente Fall of Because, que terminaría transformándose en una banda decisiva, que es un estilo en sí misma, Godflesh), quien crearía los primeros riffs más violentos en sus guitarras, y que junto a las voces de Nic Bullen (otro músico que adoptó otras variantes del extremismo musical, formando parte de la primera encarnación de Scorn) le dio su primer empuje a lo que empezaría a delinearse como el camino hacia su sonido definitivo. Ya no sería solo el punk la marca sonora, sino que todo se volvería más extremo, mirando hacia bandas como Discharge, pero también a bandas norteamericanas como Siege o los primerísimos D.R.I.
Hatred Surge, el demo de 1985 perfila ese cambio de sonido. Cruda, con instrumentos que suenan muy distorsionados y una guitarra de Broadrick preparada como motosierra, hacen de ese demo la antesala que va del punk al crust, hasta evolucionar en violencia y empezar a jugar con lo que se terminará por llamar Grindcore. El mismo Broadrick señaló en una entrevista a propósito de sus influencias tempranas, que aquello que más les llamaba la atención en ese entonces eran las bandas que podían hacer hardcore sin basarse completamente en el melodismo. “Estábamos enamorados del asunto de la velocidad, dice. La velocidad sonaba extrema. Sonaba como una máquina.” Hay temas de este demo que figurarán en su primer larga duración, el seminal Scum, uno de los primeros discos sacados por el influyente sello Earache. Scum es un disco extraño. La primera razón es que en realidad está compuesto de dos grabaciones con dos formaciones distintas. Su primer lado fue grabado en 1986 y mantenía a Broadrick y a Bullen, y originalmente sería un Split con la banda Atavistic (y se cerraba con You Suffer, enlistado en el Guinness Book of Records como la canción más corta jamás grabada, con 1,3 segundos). Su segundo lado, grabado casi un año más tarde, contaba ahora con otra voz (Lee Dorrian) y otra guitarra (Bill Steer). Lo importante quizá sea el hecho de la continuidad de la batería, el sólido y bestial Mick Harris, quien ya llevaba algunos meses en la banda, y que le dará el puntapié decisivo a su sonido.
Con su modo de tocar podemos asistir a lo que se llamará Grindcore. Temas imparables como Point of No Return o As the Machine Rolls on muestran quizá la primera aparición de Blast Beats (incluso se dice que el término mismo fue acuñado por Harris). Con ello incluso se superará en violencia sónica a todas las bandas con las cuales compartían el impulso (Heresy, Ripcord, o Extreme Noise Terror, solo por mencionar a algunos de sus pares y contemporáneos más cercanos). Aquí ya estamos a años luz de los primeros demos, y definitivamente la banda ya muestra un dominio sobre ese monstruo que ha creado a partir de los elementos del Crust Punk y el Death Metal de esos años. Temas cortos, dotados de cambios bruscos, que pasan de los medios tiempos a un frenesí construidos por la batería de Harris y por las guitarras rápidas y de riffs cortos y punzantes de Steer (que ya era miembro de otra banda que estaba en sus primeros pasos en este género naciente, los también británicos de Carcass). Todo ello con mucha distorsión y cuerdas con afinación bajas que, junto a las voces guturales e inhumanas de Lee Dorrian, darán una idea de conjunto.
En su disco siguiente, From Enslavement to Obliteration, de 1988, la banda ya tendrá un sonido constituido y una formación coherente. El ingreso de Shane Embury en las cuatro cuerdas (por entonces baterista de Unseen Terror) le dará un toque adicional, y hará de Embury el miembro más antiguo de la banda en la formación que conocemos actualmente. Luego de una apertura con un casi industrial y pesadamente atmosférico Evolved as One, se sigue casi una treintena de descargas de rapidez sin detención, con una masacre sostenida en temas que en su mayoría no superan el minuto. El esquema sigue siendo el mismo que ya veíamos en los temas de Scum, pero ahora hay que añadir el hecho que se trata de una producción que gana en mucho, con un sólido fraseo del bajo, un Harris cada vez más rabioso, guitarras afiladas a una velocidad que muchas veces solo permite oír un zumbido sostenido y perturbado, y una voz de Dorrian mucho más aterrorizante, capaz de alternar gruñidos profundos con agudos irritantes y desesperados. Esquemas y figuras bastante sencillos, heredados del hardcore-punk, pero tocados a una velocidad extremadamente acelerada y repetitiva que van dando densidad creciente a la sonoridad, y donde los patrones ceden paso a la potencia desconcertante y enrabiada de un muro sónico irrebasable.
Esta formación estará en pie hasta finales de 1989, cuando Dorrian decide partir en busca de otros horizontes (formará Cathedral en ese mismo año, para escapar de la dirección que estaba tomando Napalm Death) y Steer decidirá dedicarse tiempo completo a su banda paralela, Carcass, que para ese entonces también se empezaba a orientar más fuertemente al Death Metal con su Symphonies of Sickness). Pero si hay algo que no ha cambiado en toda su carrera, ha sido el espíritu lírico que los sostiene. Todavía apegados al espíritu del Crust y del punk de sus primeros años, sus letras se han ido volviendo cada vez más inteligentes. Eso se agudizó, sin duda, con el ingreso en sus filas de Mark “Barney” Greenway, por ese entonces vocalista de Benediction y también roadie de la banda. Se transformará en el principal letrista de la banda desde ese momento, dándole también un sello vocal a Napalm.
La banda también reclutará a dos guitarristas, con el objetivo de darle mayor peso a las cuerdas y la posibilidad de jugar más libremente en términos compositivos y de ejecución. Serán probablemente dos de los más importantes guitarristas del Death Metal con elementos Grindcore, y que cada uno por su lado habían hecho en 1989 las guitarras dos discos tremendamente influyentes discos en esa historia: Jesse Pintado, de Terrorizer, y Mitch Harris, de Defecation (Y que tocaba simultáneamente en otra banda importante para la orientación que tomará finalmente la banda, Righteous Pigs). Con esta formación aparecerá Harmony Corruption, en 1990, un disco con una orientación mucho más Death Metal, pero que no sacrifica su velocidad. Temas más extensos, que se permiten solos de guitarra y un coqueteo más visible con el metal, se permitirán incluso un tema muy catchy como Suffer The Children, probablemente hasta el día de hoy su tema más popular. Mick Harris decide abandonar la banda para formar a los ya mencionados Scorn (junto a Nic Bullen). Lo reemplazará Danny Herrera, que se mantendrá como baterista hasta el día de hoy, y que cambiará también el estilo, introduciendo sus llamados Euroblast, que le da otro sonido desde entonces a la banda. 1992 recibe a Napalm Death con Utopia Banished, donde la nueva formación redescubre de alguna manera su propia versión del Grindcore. Los temas se vuelven más cortos y ahora los Blast Beats parecen tomar la escena nuevamente, pero todavía conservando su paso por la inclinación que ganaron ya hacia el Death Metal.
En 1994, Napalm Death graba Fear, Emptiness, Despair, un álbum que genera fuertes opiniones divididas. Como gran parte de bandas asociadas a la música extrema, el quinteto de Birmingham cede a la incorporación de elementos de lo que se dio en llamar Groove Metal. El resultado es un disco que oscila mucho menos en los extremos a los que nos tenía acostumbrado y donde dominan los medios tiempos. Shane Embury contará posteriormente que fue la influencia de Strap it on, la primera placa de Helmet (1990), lo que orientará a la banda en esa dirección. No tenemos que olvidar que por esa época Helmet, Prong y otras bandas serán las que orientarán a muchos (Sepultura podría ser un caso evidente, y en nuestro medio, Criminal). Diatribes, su siguiente larga duración, editado en 1996, sigue en la misma dirección, hasta el punto en que provocará tensiones internas importantes. Barney Greenway decide dejar la banda, aludiendo precisamente a un abandono de su proyecto y a una especie de homogenización con la propuesta de varias bandas en ese momento. Barney regresa prontamente, luego de una breve salida, y graban Inside the Torn Apart, que aparece en 1997, y que manteniéndose todavía en una mixtura entre el Groove y el industrial (a la Fear Factory) parece empezar a reconducir nuevamente las cosas.
Con su siguiente álbum, de 1998, Words from the Exit Wound, Napalm parece regresar a las fórmulas que habían sostenido con la nueva formación en Utopía Banished. Vuelve a reaparecer el Death Metal con elementos Grindcore, e incluso reaparecen sus orígenes en el hardcore. Desde inicios de la década de los 2000, Napalm Death ha reescrito su historia en base a lo que mejor han sabido hacer: retomar una fórmula que ellos supieron inventar muy tempranamente en sus primeros dos discos, y que fue dándose formas cada vez más complejas, a veces poco afortunadas ciertamente, pero pudiendo reinventarse para llegar al día de hoy con un sonido completamente reconocible y propio.
En los últimos 24 años han editado 9 LPs, además de un buen puñado de EPs y discos compartidos y compilatorios. Se han dado el tiempo incluso de versionar a sus referencias indiscutidas en dos trabajos (las dos partes de Leaders Not Followers), para dar una idea de cómo llegar a ser quienes son. Covers de Discharge, Cryptic Slaughter, Hellhammer, Kreator, Sepultura, Die Kreuzen, Death, e incluso de los chilenos de Pentagram, van sumando una lista de las deudas creativas que contribuyeron decisivamente a forjar su estilo y su singularidad. Unos últimos decenios con discos notables como Enemy of the Music Business (2000), Smear Campaign (2006) o Time Waits for No Slave (2009), que retoman renovados los esfuerzos que se acuñaron cuando se afianzó con su formación de inicios de los años 1990 esa mezcla perfecta entre las tradiciones más agresivas del hardcore-punk y el peso inquebrantable del Death Metal, dando lugar a nuevas posibilidades para lo que a partir de ellos mismos se llamó Grindcore. Incluso, en sus últimos dos trabajos (Throes of Joy in the Jaws of Defeatism, de 2020, y el EP Resentment Is Always Seismic – A Final Throw of Throes, de 2022) se han podido dar la libertad de explorar otras influencias, de jugar con la experimentación e incluso de volver sus pasos de una manera distinta a su incursión en el Groove, sin por ello abandonar lo que más los caracteriza: la construcción cada vez renovada de una violencia sónica sin concesiones.