BEHERIT : CONJURAR UNA INHUMANA OSCURIDAD

BEHERIT : CONJURAR UNA INHUMANA OSCURIDAD

Cuando pensamos en un tipo de sonido que atraviesa décadas marcado por ser repugnante para el mainstream del Black Metal, quizá por definición pensaremos en Beherit. Y aquí la repugnancia es ante todo un cumplido. Quiere decir mantenerse fiel a una idea que, pese a sus transformaciones, se mantiene como una ley por cumplir, pero sobre todo como un emblema. La banda se presenta el 21 de mayo en Santiago, en el marco de su primera visita a tierra local.

Por Cristóbal Durán


Estos fineses, cuya primera encarnación data de 1989, han sido desde sus inicios una carta probada en lo que a primitividad y salvajismo se refiere. Con un solo miembro original que ha recorrido todas sus disimiles emanaciones, y hasta cierto punto el custodio de sus atmósferas, Nuclear Holocausto Vengeance, la banda dio forma desde sus primeros días a un universo sonoro que tendría que ser acorde, y muy estrictamente, a su obsesión con el infierno. Y en su música el infierno no es algo unitario ni homogéneo. 

Luego de tres demos publicados en 1990, todos caracterizados por un enfoque radicalmente minimalista y por un sonido deliberadamente crudo y directo, la banda ve aparecer su primer álbum, The Oath of Black Blood (1991). En realidad, no se trata de su primer álbum, sino de temas de su tercer demo más su 7” Dawn of Satan’s Millennium. Con un sonido quizá solo comparable en ese momento a lo que logra Blasphemy en su Fallen Angel of Doom…., de 1990, o a lo que grabarán los hawaianos de Von en 1992, la placa exuda violencia, confusión y un aura infernal. Hay momentos en los que la batería se marca con frenesí, pareciendo estar en abierta discordia con las cuerdas y con esos disruptivos gruñidos guturales que tienen su acta de fundación en el glorioso INRI de Sarcófago (1987) o en el In the Sign of Evil, de Sodom (1985). Pero a diferencia de sus predecesores brasileños o teutones, aquí ha ocurrido un cambio: todo se ha vuelto más agresivo, más hermético, menos emparentado con lo que todavía reconocíamos del Thrash. Basta que escuchemos ese final casi de Free Jazz de “Goat Worship”, donde los instrumentos parecieran no empalmar entre ellos, cada uno encerrado en su propio baile de San Vito, y cómo desembocan en ese momento de campanadas rituales al inicio de “Demonomancy”, donde luego escucharemos unas terribles voces en reversa, y terminan nuevamente chocando con el hipnótico trance del interludio “Black Mass Prayer”. Sería bastante justo decir que toda esta especie de terrorismo sonoro conspira para servir a Satán. 

Y es que si hay una constante en los casi cuarenta años de Beherit es su devoción a la oscuridad con la que trasmiten su satanismo. Y esto no es únicamente un aspecto que se refleje en sus líricas. El tormento sónico es funcional a la construcción de atmósferas oscuras. No es un asunto de velocidad sino, ante todo, de hacer sensible esa oscuridad inhumana y asfixiante que quisiera ser la marca de su metal negro. En 1993 aparece su (verdadero) primer álbum Drawing Down the Moon, donde los elementos marciales y mucho más lentos en su ejecución (incluso sus coterráneos doomsters de Reverend Bizarre tributaron “The Gate of Nanna”), unidos a sonidos extemporáneos de sintetizadores subrayan mucho más fuerte esa atmosfera hipnótica que tan bien se condice con la portada del álbum (donde vemos una oscura imagen de la superficie lunar). No es raro que esa relación entre la oscuridad y el espacio exterior vaya creciendo hasta el punto en que Nuclear Holocausto se decida a sacar bajo el nombre de Beherit dos trabajos como solista, entre 1994 y 1996, exclusivamente consagrados a la electrónica ritualista ambiental (trabajos que pese a ser bastante vilipendiados, no dejan de ser pioneros en su terreno, H418ov21.C y Electric Doom Synthesis).

Decimos que no es algo raro ya que ese elemento de densidad atmosférica como vía para experimentar el lado sonoro de la oscuridad no deja de ser primitivo y, ante todo, crudo. En su intento por encontrar en Satán una forma de nombrar esa exterioridad cósmica totalmente insondable, donde el ser humano no es más que una ínfima escoria insignificante, Beherit se ha ido repartiendo entre las cuerdas y la batería, por un lado, y los sintetizadores, por otro. Pero siempre la idea pareciera ser la misma: producir una atmosfera de oscuridad y experimentar algo ajeno. Incluso podríamos apostar a que el nombre que escogieron, la denominación siriaca para Satán, nos habla de esa fuerza dispersante y de esa discordia, de esa adversidad que escuchamos en la música de Beherit. Como si a través de la música se tocara algo de ese abismo cósmico que raramente puede ser traído al mundo de los mortales. 

Beherit ha vuelto ahora, con dos miembros históricos en sus filas (además de Nuclear Holocausto, el baterista fundador Sodomatic Slaughter) revisitando con total dominio de su primer catálogo. Hace apenas unos meses lanzaron su disco en vivo Live in Praha CZ, grabado en agosto de 2024 en Praga, y donde dan muestras de su buena salud y de su capacidad para enhebrar oscuridad y exterioridad cósmica. Sin duda, eso es lo que veremos este miércoles 21 de mayo cuando se presenten en la Sala RBX de Santiago. Primera vez para una banda que ya tiene una relación de larga data con Chile, cuando en 1991 sacaron aquel seminal Split con Death Yell, aparecido en el antiguo sello alemán Turbo Music. Esperamos un ritual que promete, como dice el inserto de su última placa, conjurar la oscuridad más allá de la existencia humana. 

 

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cronicasonora2

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