THE PRETENDERS: MENSAJE DE AMOR

La banda de Chrissie Hynde, se presentó por segunda vez en Santiago el pasado 10 mayo, al fin, en un encuentro exclusivo para respasar su extenso e inconfundible cancionero con más de 45 años de vigencia, un cancionero repleto de composiciones perfectas, que la noche del sábado se escucharon con la magnitud y maganetismo que The Pretenders y su incombustible, melodioso y salvaje rock and roll pueden hacerlo.
Por Claudio Miranda
Fotos: Cortesía Movistar Arena por @DonEme
Lo que hoy es un lujo, una clase de pop-rock «made in England», empezó a finales de los ’70s durante la transición entre el estallido del punk y el brote de la new wave. En su debut homónimo, Pretenders era una mezcla bien englobada de punk y rock n roll que, para cuando su LP debut vio la luz (1980), confundió a quienes pensaban que la banda iba para ninguna parte. Al menos así lo veía el productor Nick Lowe, quien supervisó el single debut «Stop Your Sobbing» y cortó relaciones con la banda debido a su extraña naturaleza. Craso error: «Pretenders», el álbum, fue un golpe a la cátedra por parte de Pretenders, la banda que contaba con Chrissie Hynde al frente. La chica ruda por excelencia, en la misma liga que Patti Smith, Joan Jett, Debbie Harry y Suzi Quatro. Todas ellas estadounidenses, igual que Chrissie. Nacida en Ohio, a los 23 años su interés por la contracultura hippie y la búsqueda espiritual la impulsan a mudarse a Londres. Lo demás es historia conocida, con Pretenders abriéndose un espacio como un estilo demasiado punk para el mainstream y muy sofisticado para el punk. Lo que sería Pretenders durante los ’80s, su era dorada.

No nos confundamos. The Pretenders se mueve más allá de la nostalgia o una era determinada. «Relentless» (2023), su más reciente lanzamiento, tiene a la veterana agrupación inglesa en la primera línea gracias a su resultado lozano, un disco que renueva ideas y se integra a un catálogo intachable. Suficiente para que el retorno a nuestro país congregara tanto a a los adolescentes de ayer como a las nuevas generaciones. Y es que The Pretenders ha forjado una huella transversal gracias a su inconfundible estilo y la inspiración que Chrissie despierta gracias a su persistencia y liderazgo, más aún si hablamos de una figura de vital importancia en la reivindicación de las mujeres en el rock.
Desde el arranque con «Hate for Sale», Chrissie ostenta su diploma como «la matriarca de la New Wave», y con todas las razones del mundo. Una puesta escénica cuya sobriedad es un recordatorio de lo que realmente importa, lo que hizo grande verdad a una agrupación que sortea todas las tendencias existentes y por haber. «My City Was Gone», el primer clásico de la noche, se deja caer con una fuerza tan descomunal como extraordinaria, seguida de «Turf Accountant Daddy» y las fundamentales «Kid» y «Private LIfe». Asumimos que los clásicos mandan, pero es menester resaltar la clase con que Pretenders circa 2025 le brinda a su rúbrica en vivo una energía, una potencia que no se limita a sostener el prestigio, sino que en más de una ocasión echa abajo un Movistar Arena -con su capacidad reducida a la mitad, a punta de himnos transversales y un despliegue de ejecución donde el amor al rock n’ roll puede más que cualquier etiqueta o gusto personal.

Dentro de lo poco que Chrissie habla en vivo entre medio, hay postales dignas de enmarcar. Una de ellas es la rosa que un fan le regala a la cantante y compositora de 73 años. Un regalo que Chrissie recibe en «Middle of the Road» y ostenta como parte de su espectáculo. O, mejor dicho, parte de su naturaleza. Porque bajo su imagen de rockera indomable, y adjunto a su experiencia en mil lides, el cariño mutuo entre la banda y su público es intransable. Y eso motiva a que «Don’t Get Me Wrong» nos contagie de su ropaje pop-rock ’80s con la magia propia de una buena canción. De la misma forma en que «Forever Young», original de Bob Dylan, termine por (re)conquistar corazones como Pretenders lo viene haciendo desde su edad de oro. No es casualidad que The Pretenders la interprete como si fuera parte de su propio cancionero, pues cuando hablamos de música atemporal, la que va más allá de cualquier acto de nostalgia. y se mantiene igual de nueva y poderosa en los ’80s o en plenos 2020’s,aquí cae como anillo al dedo. No solamente para sus intérpretes, sino para una fanaticada que la tiene clara respecto a lo que hace grande a una banda siempre aferrada a su integridad.
Para el cierre con la enorme y bella «I’ll Stand by You», nos queda la sensación de que esto fue mucho más que un viaje en el tiempo, al menos por la numerosa presencia de personas que hoy promedian los 50 años y en los ’80s se nublaban con la new wave, con el mismo asombro que cuando frisaban la edad de sus hijos hoy. Y es que, tal como reza una de las que sonó el sábado en el coloso ubicado en el Parque O’Higgins de nuestra capital, hay un mensaje de amor que puede abarcar todo lo existente y por haber. Un mensaje que nos recuerda que el pop también puede ser intenso y transgresor, sin sacrificar un ápice de su honestidad y uniendo generaciones en torno a un ideal donde la expresión y las ideas se bastan de lo justo para lograr su objetivo. The Pretenders tiene todo aquello que los mantiene en la carretera, girando y editando trabajos a la altura de lo que les valió la consagración en los ’80s. En especial a una líder que entró al rock abriendo la puerta a patadas y sin disculpa que valga. Como tiene que ser nomás.
