ROSER FORT: “EL LIVING FUE TESTIGO DE LA APARICIÓN DE MUJERES Y BANDAS FEMINISTAS EN LA ESCENA MUSICAL”.

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Durante más de una década el Living del Centro Arte Alameda fue uno de los epicentros musicales más importantes y honestos de la ciudad, acogiendo a diversas escenas y estilos, convirtiéndose en testigo de toda una nueva camada de bandas, sellos y festivales que marcaron el desarrollo de la música local desde los años dos mil.
Roser Fort es una de las gestoras culturales más reconocidas de la región metropolitana, un lugar ganado gracias a un largo e incesante trabajo al frente del espacio que creó hace ya más de treinta años; Cine Arte Alameda y Centro Arte Alameda, lugar que además de contribuir a la actividad cinematográfica y cultural, fue uno de los principales epicentros musicales de las primeras dos décadas de los dos mil.
Pionera en el ámbito del cine arte y la cultura no oficialista en el Chile de la Transición, Roser Fort es dueña de una serie de hitos en el ámbito de la gestión cultural, especialmente en el cine, siempre desde una mirada alternativa y mixta donde las fórmulas de sustentabilidad se fueron mezclando y reformulando para mantener un espacio único en el país y único en Santiago, tanto en su génesis como en su contenido y línea programática no transable hasta el día de hoy, y consolidada en todo su esplendor.
Ligada al mundo de la educación y de la cultura de manera indistinta, tras dedicarse a hacer clases en distintos colegios de la zona oriente, formó parte de los inicios de canal ARTV y estuvo vinculada a la antigua Librería Francesa y su proyecto editorial de aquel entonces “Trabajé en la editorial de la Librería francesa haciendo prensa y marketing, y coincidió con la publicación del primer libro de Jodorowsky en su regreso a Chile, ahí me tocó estar conectada con los periodistas de espectáculos a partir de ahí. Fue un momento preciso. Todo muy loco para mí, haciéndolas todas, con hijos chicos. Esa fue una plataforma que me metió en el tema de difusión, generar actividades y una red de contactos”.
Probablemente, Roser Fort encarna en toda su magnitud lo que significa ser una gestora de la cultura en un país como Chile, y señalar eso, es decir que lejos de todo romanticismo, dicha labor es una constante apuesta donde nada está garantizado, y donde también es vital poseer convicción y amor para seguir adelante sin medias tintas, siempre anteponiendo el contenido y la propuesta artística, antes que el dinero, un valor que pocos logran conservar, y que en este caso, parece haber sido la clave para la preservación de una iniciativa imprescindible para el cine, la música y la cultura.
Primero fue el cine en todo su esplendor, independiente y rupturista. Luego vino la música en vivo, y luego la música para ver con el inicio del festival de documental musical Inedit Chile, en su primera versión por allá en 2004. Desde entonces, cine y música terminaron por convertirse en los ejes centrales del espacio que con el tiempo pasaría a llamarse Centro Arte Alameda, nombre que dio cuenta del amplio espectro artístico que ahí se desarrollaba. En él no solo vimos cine y bandas en vivo, sino que también asistimos a lanzamientos de revistas por ese entonces alternativas como aquella dedicada al cultivo y consumo de la marihuana, la ahora famosa Revista Cáñamo. Ahí se lanzaron libros y sitios webs. Se realizaron ferias culturales. Se exhibieron performances. Se organizaron fiestas temáticas. Se celebró y defendió al activismo por la diversidad sexual con Hija de Perra y colaboradores. Se montaron exposiciones de pintura y fotografía. También, por si fuera poco, se realizaron jornadas de adopción de perros y gatos. Y así, tanto más, sin parar.
Las andanzas por el circuito musical independiente a principios del milenio (años 2000 – 2004) conducían permanentemente a un mismo lugar: el Centro Arte Alameda y su nueva extensión conocida como El Living, un espacio creado y pensado para poder desarrollar actividad musical en vivo de manera regular y profesional. Sumándose en esa misma gran alameda, a la antigua sede de la FECH, lugar que, por un tiempo, en medio de su convulsionada actividad estudiantil operó como trinchera musical alternativa y contestataria en ese raro inicio de milenio. Al otro lado de Santiago, La Batuta, antes de convertirse en centro de bandas tributos, aún conservaba su carácter inicial como escenario para la música local en Plaza Ñuñoa. Por aquel entonces, El Living del Centro Arte Alameda surgió como un nuevo escenario para las bandas que por esos años habían perdido recintos emblemáticos como Laberinto, Zoom o la mítica Picá de On Chito, cierres que habían dejado al corazón de la capital sin lugar para el circuito musical local.
“El living nació con la inquietud de darle más espacio a la actividad musical en Santiago porque en esos años no había un lugar específico de música en vivo en el sector. Y en la ciudad tampoco, en ese momento solo estaba La Batuta en Plaza Ñuñoa como lugar más antiguo. Había una necesidad de recibir a las bandas que estaban apareciendo. Recuerdo, si no me falla la memoria y espero no equivocarme, que las primeras bandas que tocaron en el Living fueron Matorral y Leguayork. Upa! también fue otra de las primeras, cuando se volvieron a juntar para hacer algunas tocatas”. Nos cuenta Roser.
El Living del Centro Arte Alameda nació en medio de la transición tecnológica en la era pre redes sociales. El uso de internet y de los celulares era en ese tiempo aún limitado y básico. Los flyers y afiches impresos eran en esos días las principales fuentes de información de esquina en esquina, o pegados en diarios murales de las universidades. Los sellos independientes y los ciclos de tocatas autogestionadas fueron parte de las fechas que El Living del Centro Arte Alameda comenzó a recibir, acogiendo en su programación sellos como Cápsula Records, con Matorral, Leo Quinteros, Termita. Pueblo Nuevo, con electrónica experimental y de vanguardia. El naciente sello Algo Records, también hacía su debut con Guiso, Ramírez, Camión, Tsunamis, The Ganjas. La Corporación Fonográfica Autónoma CFA continuaba creciendo dentro de su DYS con Los Revoltosos, Lilits, Familea Miranda, Hielo Negro, Yajaira, Radio Moscú, Los Gatos Negros, Jiminelson. Y en diciembre de 2004, se inauguró el otro gran hito que convirtió al Centro Arte Alameda en un epicentro para el trabajo audiovisual musical con el mítico estreno de Malditos, el documental de Fiskales Ad Hok, dirigido por Pablo Inzunza, en lo que fue la función inaugural de la primera versión del Festival Inedit Chile, función memorable sellada con la banda tocando en vivo ante todos los espectadores.
“El Living tenía una programación bastante ecléctica y muy en la línea del productor o productora que estuviera a cargo de las fechas. Entonces tuvimos distintos momentos, unos cargados para un lado y para otro, siempre diverso y tratando de abarcar diferentes públicos y estilos de música. Y nos turnábamos entre tocatas de rock más crudo, más rock and rolero, más alternativo, con fiestas bailables, electrónicas, fiestas de diversidades o Drag Queen, y así fue agarrando vuelo hasta tener vida propia. Ni hablar de la aparición de un festival tan importante como ha sido el Inedit que representó toda una novedad trayendo los documentales musicales y el exitoso formato desde Barcelona impulsado por la Javiera Undurraga y todas sus chiquillas. Fuimos la primera sede oficial, y seguimos siéndolo, lo acogimos,nos jugamos por una idea fascinante y vimos como este proyecto se consolidó al máximl”.
Varias fueron las escenas que se gestaron en Santiago durante esa primera mitad de los años dos mil, y El Living Alameda había aparecido en el momento preciso para poder dar albergue a toda la música que en esos años estaba naciendo, banda, sellos y escenas que nacieron fueron plantando semillas con un trabajo decidido que permitió el desarrollo de una nueva escena independiente que gestionaba plataformas discográficas y organizaba festivales. Por esos días, sin tenerlo del todo claro, se comenzó a vivir un auge de la escena independiente, de un nuevo rock local que comenzó a forjar escena y espacios articulados con otros. Mucho de lo que en esos días surgió hoy persiste y continúa, ya convertidos en bandas consolidadas, en sellos que dan vida y mantienen activa a la industria independiente, y que a su vez impulsaron trayectorias de músicos y músicas que hoy alcanzan un reconocido estatus a nivel y de mercado.
“Encontré que era una escena inspiradora, descubrí montón de bandas que me gustaron mucho. Tuvimos fiestas con la Revista Picnic con bandas como Los Ganjas, Guiso, Hielo Negro, toda esa onda. Y también aparecieron productores interesados en hacer fechas de música. Sin esos agentes culturales que se acercaron a mí no lo hubiera logrado yo sola. El periodo de revista Picnic y también de la Extravaganza de papel cuché fue un periodo muy entretenido de hacer cosas para la escena musical ”.
Al auge de las bandas y los sellos independientes se fue sumando de manera irreversible la presencia de mujeres en el rock independiente, cuya actitud no acomodaticia llegaba decidida a disputar el espacio bajo los códigos del feminismo y la reivindicación de género. Eran bandas que provenían de las cenizas de una primigenia escena punk como era el caso de Día Catorce devenidas en Las Jonatan o Las Lilits, Penélope Glamour o Rompehogares cuya propuesta musical ya navegaba por las aguas del garage rock habitando el presente de la escena. Un presente que aún era excesivamente masculino y misógino sobre todo cuando se trataba de compartir un lenguaje sonoro como el rock and roll y sus escenarios. De ese inevitable choque nació Femfest, primer festival de rock feminista cuyas primeras ediciones tuvieron lugar en el Centro Arte Alameda, y el cual Roser Fort recuerda con especial importancia como un momento crucial para la escena musical under de esos años.
“Vi como fueron apareciendo las mujeres en esta escena musical que era muy, pero muy masculina desde siempre como todo el mundo de la cultura y las artes. Vi como aparecieron Las Lilits, Las Jonatan, Las Vaso de Leche y también nos tocó recibir al Femfest. Me tocó presenciar y ser testigo, en mi propio aprendizaje y deconstrucción, de cómo estas mujeres hacían música en una parada feminista. Vi cómo con su aparición comenzaron a cambiar de a poco la escena, sumando mujeres en las bandas y en el público. El living fue testigo de la aparición de bandas y rock feminista en la escena musical. Y para mí, personalmente, eso fue enriquecedor e inspirador, sentir que fuimos una plataforma fundamental para esa expresión. De nuestras jornadas con Femfest recuerdo a mujeres muy entusiastas con una propuesta profesional y con una mirada feminista cuando el feminismo no era tema público. Y eso a mí me inspiró y me marcó, ver el feminismo de cerca con el acento puesto en las disidencias y en las diversidades, otro punto que tampoco era algo que en ese entonces estaba presente en el aire como ahora, y haber visto a las bandas en acción para mí era parte de la historia, ver a estas mujeres productoras generando actividades musicales femeninas y cachando el pulso, la demanda y la denuncia, porque a mediada que va pasando el tiempo, te das cuenta que esto es interpretar, crear música y denunciar porque para las mujeres todo esto ha sido una experiencia muy potente llegar a estar ahora en una escena más compartida que antes, aunque sigue faltando mucho, pero ahora está ocurriendo. Me acuerdo de la fuerza de sus organizadoras, de Bárbara y de Carola, todas potentes y gestoras, desde su resistencia y economía de guerra. A medida que iba madurando fui evolucionado con ellas, ha sido intenso y enriquecedor vivir ese cambio desde mi experiencia personal y de gestora” Apunta.
La primera década de los dos mil fue, en muchos sentidos, prolífica para la música independiente local. Es un tiempo en el que hay rock y es heterogéneo. Hay ciclos de rockabilly, surf rock, punk, rock. Hay pop. Hay electrónica. También hay visitas. Hay cumbia- garage con las Kumbia Queers desde Buenos Aires en una serie de exitosas fechas que repletaron El Living. Todo un hito para su propia historia. Lo mismo ocurrió años antes con Holden en su primera visita al país, siendo de las primeras fechas internacionales que tuvo el local. Tiempo después, El Living también sería lugar de Festivales como el Circus Rock, que reunió a bandas como Agua turbia, Los Ex, Los Howlers o Tío Lucho.
Incontables fueron los pequeños grandes hitos registrados en el Living del Cine Arte Alameda, relacionados a la música en vivo y a la visita de bandas, pero si hay que mencionar un par, recordados fueron los primeros shows internacionales realizados en el neurálgico recinto de la avenida principal. Uno de ellos la visita de la banda francesa Holden en el 2004, con una seguidilla de fechas a tablero vuelto y un vínculo amistoso con Fort y el equipo, que los hizo volver con varias giras a Chile “Lo de Holden fue feedback puro porque, a mí, Roser Fort, me gustó su música. Me gustaron cuando los trajo Phillippe Boisier y luego se dio la posibilidad que vinieran nuevamente y ahí entramos nosotros a armar las fechas. Además de todo, se dio lo gracioso que con la Armelle Pioline nos parecíamos físicamente y empezamos a jugar y reírnos con eso mucho. Luego se dio la posibilidad de ampliar a regiones las fechas. Porque tuvo muy buena acogida, allá contactamos a una amiga productora y los llevamos. De Holden me gustó toda su discografía. Me enamoré de su música. En ese periodo tuvimos buenos espectáculos internacionales que fueron curatorías personales como la Orquesta Fernández Fierro que fue una oportunidad increíble de ver a una banda así. Todo esto tiene que ver con propuestas musicales que me han gustado y donde he puesto energía en que se conozcan. Y han ido prosperando.” nos cuenta la directora de C.A.A.
En este flashback, el otro gran recuerdo de shows internacionales realizados en el Living, es la visita de la banda argentina Kumbia Queers, la agrupación nacida de las cenizas de She Devils, y cuya impronta feminista LGTB marcó un significativo paso para las disidencias en la música tanto en argentina como en Sudamérica, y por supuesto en Chile. La fecha es recordada como memorable por todes quienes estuvieron en un repleto y caluroso Living, en una lluviosa noche de invierno, así nos cuenta Roser “El caso de las Kumbia Queers, fue otra novedad absoluta con su tropical punk exquisito. Escuchar a The Cure o Black Sababath en versión tropical punk fue una propuesta alucinante que funcionó muy bien y que tuvo mucho arrastre. Además, los preparativos fueron loquísimos, ellas se vinieron en bus desde Buenos Aires en pleno invierno con el paso casi cerrado, su bus fue el último en cruzar la frontera. Llegaron con una lluvia que Santiago se caía. Fue una tocata memorable con el Living reventando de lleno. Después movimos fechas en regiones con una amiga productora. Tuvimos fechas super grandes con ellas, ahora están de lo más macro y masivas. Como la Sara Hebe que también toco aquí al principio, y vino hace poco a Chile con un concierto tremendo. Si vinieran las Kumbia Queers tendríamos que hacer otro recinto”.
Resulta casi imposible hablar del Cine Arte Alameda, del Centro Arte Alameda y de El Living, sin mencionar su enclave urbano que durante décadas reflejó las transformaciones de la actividad cultural de la ciudad, como también las transformaciones y expansiones naturales del proyecto dirigido por Roser Fort. Después del cine, hablar del Centro Arte Alameda es hablar de un entramado social, cultural y, también musical desarrollado ahí y en su entorno, en aquel eje Alameda – antigua Plaza Italia- hasta 2019 Plaza Dignidad- un barrio neurálgico, acontecido desde siempre donde se levantaron y se tejieron historias, personajes, noches de rock and roll, bohemia, underground, actividad vecinal, social, política, y durante 2019 también, violencia policial y muerte.
“Al ser tan céntrico y estar en el corazón de la ciudad, siempre fue un barrio muy movido donde pasaban distintos sucesos todo el tiempo. Las concentraciones políticas, las marchas, las celebraciones de partidos, vivimos todo ahí. La revolución Pingüina, veíamos como perseguían a los cabros con caballos. El estallido social y todo lo tremendamente horrible que nos pasó. Siempre fue un lugar de resistencia. En el tiempo del Living se llenaba de mucha gente y casi siempre se hacía chico. En un momento fue tanto el movimiento de tocatas y eventos que hacíamos, que los vecinos empezaron a reclamarnos por ruidos molestos, por el volumen y los decibeles. Pero no éramos el único lugar que emitía ruidos a alto volumen y porque estábamos en un sector ruidoso, en plena alameda. El otro día encontré una carta de hace quince años escrita por mí, que iba dirigida hacia los vecinos del barrio, regalando entradas para el cine y contándoles que íbamos a resolver el tema del volumen que no s habíamos comprado un decibelímetro y todo el asunto pero cargaban con nosotros los vecinos que llegaban a vivir al barrio pensaban que llegaban a un barrio como Los Trapenses y esto no era Los Trapenses, era un barrio céntrico, y nosotros estábamos dentro de la ley con los permisos y horarios para hacer ruido”.
Como suele ocurrir, todo crece y el tiempo cambia. La música independiente en Chile más tarde se diversifica, y nuevas generaciones de bandas y solistas aparecen, y desde luego, la cartelera de tocatas en el Living va con ello. Para ese momento y tras diez años de vida se habían convertido en un escenario predilecto y para la segunda década del milenio (entre 2010 y 2019) gran parte del espectro de la música nacional se presentó en él. Las bandas de antaño como UPA o Electrodomésticos, Redolés, Los Miserables, Machuca formaron parte de su progremación. Las Lilits en una nueva etapa continuando con su carrera presentaron su disco Sueltas, en una noche estelar de 2009. También la segunda y tercera gran camada de música independiente con Chinoy, Fother Muckers, Prehistóricos, Adelaida, Newen Afrobeat, Bronko Yotte y cientos de nombres y estilos más, pasaron por ese escenario. Y en sus últimos años, fue el escenario para el ciclo de tocatas pro financiamiento del Festival Woodstaco.
Noche tras noche, año tras año, en esa entrada empapelada de afiches, en ese escenario vislumbrado desde la calle, en ese segundo piso la música en vivo estuvo refugiada en el que ha sido el centro cultural más importante y consolidado de toda la ciudad. El más diverso, y sin duda, el más ruidoso. Ahí donde la música siempre se escuchó a todo volumen entre los ruidos de la locomoción en el corazón de la capital. El incendio intencional ocurrido el 27 de diciembre de 2019, en el marco de las marchas convocadas durante el estallido social, extinguió un espacio único e irrepetible en la capital, un espacio que hoy ha vuelto a su origen y esencia de sala de cine centrada en la actividad y difusión cinematográfica, instalada en el Centro de Extensión del Instituto Nacional CEINA, lugar físico que hoy acoge al emblemático proyecto cultural, con Roser Fort siempre a la cabeza, hoy más que nunca, referenta en el ámbito de la gestión para la cultura, el cine y las artes.
La historia de El Living Centro Arte Alameda perdura, perdura porque fue, en buena parte, la historia de varios momentos en la escena musical independiente, y de su pulso como también de todes los que hemos estado vinculades a ese entramado ya sea por oficio, amistad o simplemente por amor a la música y a la necesidad de vibrar con el sonido y la energía en directo. Un escenario que fue trinchera de la música en vivo.
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▪︎ Idea original, investigación y edición : Rossana Montalbán
▪︎ Entrevistas y textos: Rossana Montalbán
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