SUSANA DÍAZ: “LA MÚSICA HA SIDO UN LUGAR DE RESISTENCIA PARA MI Y PARA MUCHAS PERSONAS”.

SUSANA DÍAZ: “LA MÚSICA HA SIDO UN LUGAR DE RESISTENCIA PARA MI Y PARA MUCHAS PERSONAS”.

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Susana Díaz es hoy por hoy, una de las documentalistas musicales más prolíficas de los últimos diez años con piezas dedicadas a registrar e interpretar distintos momentos del underground local, dando vida a una filmografía enfocada a explorar la idea del ruido como vía para la creación fuera de la corriente principal.


Hablar de documental musical en Chile, es hablar de un subgénero poco explorado en el quehacer cinematográfico local en contraste con la importante e histórica producción de documental biográfico, experimental, periodístico y social, donde han destacado a escala internacional. No es un secreto que parte del fomento a la realización de documentales musicales y la visibilidad para estos trabajos encontró su propio momento y auge con la llegada de la edición chilena del reputado festival nacido en Barcelona Inedit, una plataforma excepcional para el documental musical.

Si hablamos de realizadores y realizadoras chilenas dedicadas al documental musical encontramos algunos nombres como Carmen Luz Parot, Pablo Berthlon, Pablo Inzunza, Jorge Catoni, y nuestra entrevistada, Susana Díaz, quien ha desarrollado una filmografía personal, distintiva, autoral donde ha documentado escenas musicales específicas y cien por ciento subterráneas que se encontraban guardadas en un cajón a la espera de ser retratadas. Pero este olfato y sensibilidad no es más que parte de su propio bagaje y formación como receptora y habitante de mundos basados en el sonido, las formas disruptivas y la creación a contracorriente.

La imagen, el ruido, las expresiones viscerales y honestas, cierta poética y la estética del retazo, parecen ser parte esencial del lenguaje audiovisual construido por Susana Díaz, a lo largo de estos años, en una búsqueda instintiva iniciada en el camino de su propia formación como estudiante de cine y guion, momentos cruciales y reveladores que echaron a andar su motor más primigenio proveniente de su relación con la música como una oyente decidida, consciente y curiosa, fijación y relación puesta en juego, y probablemente reafirmada, en medio de su aspiración a convertirse en una narradora de historias a través de la visualidad. Este encuentro entre el cine y la música, la música y el cine, la ficción y la no ficción de la música que le había impactado al punto de convertirse en uno de sus principales temas de interés en un sentido transversal, terminó siendo el punto de inflexión para definir su área creativa y su lugar como realizadora.

Años antes, el encuentro fulminante con la música de una extraña y discordante banda en la primera mitad de los noventa, resultó ser el momento decisivo en esta consecución de revelaciones que dieron forma al registro autoral audiovisual de Susana. Esa extraña y discordante banda era Supersordo, primer objeto de observación de la documentalista, proyecto musical formado por Rodrigo Katafú Rozas, Miguel Comegato Montenegro, Claudio Fernández y luego Jorge Cortés, y cuya aparición significó un punto de quiebre para la creación musical a contracorriente de esos años, un avistamiento fugaz pero detonante registrado a tiempo en los discos Supersórdido de 1992 y Tzzzzzzzzt de 1995, dos piezas que hoy son miradas como baluartes del rock experimental hecho en estas tierras, cuya influencia es permanentemente citada y recordada por distintas generaciones de músicos y músicas. De ese primer encuentro con la banda, Diaz me cuenta Recuerdo haber llegado al casete de Supersordo, y eso fue tremendo, dije “oh esto es lo máximo”, aluciné, me gustó mucho, me gustaba mucho el ruido. Era un casete regrabado, ni siquiera era el original. Y después tuve la suerte de verlos una vez en vivo en el Taller Sol. Fue alucinante”. 

La estimulación auditiva y visual que la experimentación sonora de Supersordo provocó en una joven Susana había quedado impregnada en su subconsciente, y guardaba estrecha relación con uno de los primeros discos atesorados por ella, Confusión is Sex de Sonic Youth, disco imprescindible de la no wave y los gloriosos años de ruido a contracorriente de la banda neoyorkina que más tarde sería icono de la movida alternativa noventera La primera banda que me marcó fue Sonic Youth con el disco Confusion is sex, ahí también me gustó el ruido, eso fue como una de las cosas que más recuerdo cuando lo escuché por primera vez”.

Su fijación, el ruido. Así vino a ella la idea de la pesadilla sonora, y la intención de recrear imágenes que sonaranEmpecé a pensar en todo ese ruido del casete de Supersordo mal grabado, pensaba en una pesadilla sonora. Una pesadilla sonora surrealista y eso me alucinaba que llegara a proyectarse en una sala y ahí empezó mi fascinación por la proyección en sala, que es otra casa que me encanta, gente viendo la imagen. Era la proyección del sonido, transmitir un poco lo que sentí esa única vez que vi a Supersordo en el Taller Sol, y que la gente que no los vio nunca en vivo o que si los alcanzó a ver sintiera esa energía de la banda tocando en vivo, haciendo ruido, y hacerlo con el archivo que había, Entonces esa era mi intención, mostrar a la banda tocando, recrear esa crudeza, y no contar la historia literalmente, sino hablar de otros temas y de la potencia de ese sonido, sus referentes y cómo se juntaron, cómo se separaron porque ahí estaba lo interesante, ver a tres personalidades bien complejas con sus propios rollos musicales que en un momento dado se juntaron, crearon y explotaron, duraron lo que tenían que durar como todo en la vida. Se fue forjando desde ahí yo creo, desde esa narrativa. Mi investigación fue más del sonido en este caso”.

 

Con la idea en mente la praxis tras su debut documental partió con un inusitado viaje a Chiloé buscando la pista del baterista (en su primer tiempo) y vocalista de Supersordo, figura definitoria en la estilística de la banda, actualmente retirado por completo de la escena y de la agitada vida santiaguinaYo me había enterado que Claudio estaba viviendo en Chiloé, y que para empezar a hacer el documental tenía que viajar a hablar con él. No me decidía aún cuando Felipe Ramírez, periodista que era mi compañero de taller, me dijo consíguete el teléfono, llámalo y dile que vamos para allá. Y eso hice, me conseguí el teléfono, lo llamé, le dije, y partimos a Chiloé. Eso fue crucial. Tener un equipo así de embalado que tomara la idea en serio y si había que ir a algún lado, ir”.

Tras dar con el paradero de Claudio Fernández, vino la recopilación de material audiovisual, por aquí y por allá, localizando un vasto archivo que registraba la atómica existencia de la banda entre 1991 y 1997, material que terminó por dar forma a una suerte de compilado audiovisual, a un documental de archivo como ella señala “Cuando comencé a trabajar la idea del documental me di cuenta que me gustaba mucho trabajar con archivo audiovisual. Este es un documental de archivo, no hay ninguna imagen nueva o hecha para el documental. Todos son registros que ya existían. Y las entrevistas son todas auto entrevistas. Katafú estaba en Barcelona y le pedí que se grabar él. Era un buen archivo con buenos registros, hechos con buenas cámaras, se notaba. Ese material me lo pasó Claudio Fernández, era bonito, estaba bien hecho, pero era poquito, y al ver el documental se nota, porque las imágenes son reiterativas, pero así tuvimos que alargarlo porque si no lo alargábamos no iba a entrar en ningún festival. Fue bacán haberme reencontrado con el montaje, armar imágenes en función del ruido”.

Si bien, el proceso tras Supersordo. Historia y geografía de un ruido, en principio estuvo marcado por la reticencia de los ex integrantes de la banda a darle algún tipo de realce a lo que habían hecho y, por otro lado, la negativa a conceder material por parte de algunos contactados, finalmente el documental fue estrenado y recibido con gran aceptación y buenos comentarios que lo situaron como un acierto al haber rescatado la historia de Supersordo “Ellos no tenían ni un interés en su propio trabajo, ya no querían hablar de la banda, eran super distantes con lo que habían hecho, habían perdido los casetes, nadie tenía nada, no cachaban que habían impactado tanto, era una cosa bien honesta de su parte. Mientras buscaba material hubo varia gente que no me pescaba, gente que no me quería pasar material, fue súper hostil, como te decía Claudio me pasó el material, eso fue lo más difícil en ese sentido, hay mucho material que lo tenían otras personas, pero yo no tenía cómo comprárselo, querían hacer su propia película al parecer. Por otro lado, fue un trabajo súper bonito, porque fue súper colaborativo, mucha gente se sumó y apoyó el proceso de distintas formas. En el estreno, yo pensaba que no iba a ir gente, y cuando veo que comenzó a llenarse, con Cine Arte Alameda repleto, la filo salía hacia la calle y daba la vuelta. Fue impresionante. La gente coreando las canciones, muy emocionada. Nunca me imaginé algo. El Inedit fue super importante en ese aspecto porque yo no hubiera tenido cómo proyectarlo en alguna sala en ese momento. Todo fue muy orgánico. Fue la energía de la primera obra”.

La primera parte de esta trilogía de documentales se estrenó logrando una alentadora acogida que tocó la fibra de quienes habían sido blanco de la experimentación sonora que la banda había desatado por esos años, a menudo mencionada y citada, pero como suele ocurrir, hasta ese momento nadie se había aventurado a articular algún tipo de relato en torno al trabajo del cuarteto, hecho que puso, de inmediato, al trabajo de Susana en valoración tanto en el medio del cine documental como para quienes encontraron ahí parte de su propia historia como oyentes, receptores o continuadores de ese fundacional ruido.

Si bien la idea de Susana era continuar reconstruyendo la huella del ruido, y seguir la pista musical de los proyectos actuales de los ex integrantes de Supersordo, la documentalista retomó una vieja idea surgida en aquel taller de cine documental, esa vieja idea consistía en retratar la primera camada hardcore punk surgida en la segunda mitad de los noventas, y problematizar desde la perspectiva de lucha de clases “Hardcore fue un proceso súper duro, sin financiamiento pero tuve un equipo muy apañador para poder hacer todo. Trabajé con dos investigadores, Felipe Ramírez, periodista, y Bosco Camilo González, él era de la escena hardcore y sociólogo, comenzamos a trabajar una hipótesis para el guion cachando que era un movimiento diverso con gente que venía de mundos muy distintos. Unos de Las Condes, otros de Gran Avenida, La Florida, Maipú. Con educación muy distinta, pero gustos en común. Y esas diferencias no se sienten tanto a los 16 y resisten, pero a los 18 o 20 ya no tanto. Si eres un antifascista no vas a querer compartir con un nacionalista. O si eres straight edge tampoco vas a querer pasar mucho rato con un alcohólico, son cosas que no van a cuajar, cuando comienzas a hablar más allá de la música y entras en lo político la cosa se pone distinta”.

Con esta idea principal rondando la génesis del relato, la documentalista y su equipo se lanzaron a realizar una serie de entrevistas a los distintos actores del movimiento, y miembros de las bandas, dando forma a un relato más bien expositivo y menos conceptual “Esa era una hipótesis de trabajo que ya lo habíamos saldado como una lucha de clase, el factor clasista, las cabezas del movimiento eran de una clase y luego venían otros. Así empezamos a trabajar esa hipótesis, y la idea era incluir a todas esas voces, mostrar el conflicto que tumba esta escena. Y después ver en qué estaban ahora todos ellos. Fue un trabajo más clásico, expositivo, entrevista, archivo, entre vista archivo y giro final. Y ahí aprendí más del género documental y comencé a hacer clases de documental. En la escuela de cine solo había aprendido ficción. Fue super intuitivo”.

Este interés por articular un relato con parte de lo que ocurrió en la primera camada hardcore punk se desprendía desde su propia experiencia como habitante de esta fauna diversa y transversal. El hito existía y solo faltaba alguien con el interés y la inquietud para poder documentarlo. Nuevamente Susana se encargó de tomar una primigenia aventura para componer un fotograma que lograra captar alguno de los ángulos de la explosión hardcore punk de finales de los noventa “Retratar el circuito hardcore punk era retratar la historia de una generación que estuvo ahí presente y también era contar mi propia historia, por eso me interesaba hacerlo, porque a mí me había marcado políticamente en cómo iba a funcionar yo haciendo cine. Era una escena que había armado fanzines, que había hechos discos y festivales autogestionados. Era una escena que repudiaba a Fiskales Ad hok, de hecho, usaban poleras anti Fiskales, cosas de ese tipo”

Recobrando el espíritu de aquellos días, Hardcore. La revolución inconclusa, logró reconectar con el modo colaborativo manifestado en el entusiasmo de quienes quisieron aportar con distinto material y participar entregando testimonios para la realización del documental, demostrando un poco la emoción por estar siendo retratados En Hardcore hubo mucha gente que quiso colaborar, había gente que estudiaba cine y quería apoyar, otra que tenía harto material grabado, no de tan buena calidad como en Supersordo, super amateur y que tuvimos que levantar a 720 para poder usarlo, pero fue muy bacán recibir esa buena durante el proceso y cuando se estrenó”. La buena acogida se repitió, en muchos aspectos, gracias a la intención de darle cabida a algo que parecía olvidado “Hubo muy buena onda de la gente en la recepción, se movió un montón. Estaban todos bien agradecidos, porque al final se construyó entre todos los que dieron sus testimonios. No faltó el que se molestó porque no aparecieron determinadas cosas, pero no se puede poner todo sino nunca se cierra el proceso. Y la gente que no le gustó nunca me lo dijo en la cara, así que fue todo super bueno en general”.

Con ambos filmes, la documentalista logró colocar en pantalla dos experiencias que pusieron en juego formas creativas y modos de producción artística y sonora que, bajo distintas premisas y acciones, enmarcadas en el Hazlo tu mismo, fueron confabulando un nuevo entramado y rompiendo lazos con lo previamente existente. En este sentido la conversación y la continuidad de la obra de Díaz resulta congruente y necesaria para dar con una lectura de mayor campo sobre la movida subterránea, en este caso, de la década de los noventa y la que le siguió.

De vuelta al 2014, sin identificarse como feminista, Susana decidió capturar las circunstancias vividas por esos días por la banda lesbofeminista Ellas No, proyecto musical que existió entre 2011 y 2018. Saliendo del registro en base a archivos y del tradicional formato expositivo, Díaz se embarcó en un seguimiento audiovisual para ir tras el conflicto generado al interior de la banda en medio de una confusa y desafortunada situación judicial que las condujo a dejar de tocar. En este material se ve una forma de aproximación diferente a las realizadas anteriormente por la documentalista, primero por su tipo de registro y luego por su ubicación en un tiempo presente.

La banda de sonido pospunk quedó registrada en su propio devenir, como una banda que en ese momento resulta absolutamente única y solitaria con un sonido rabioso y descarnado como banda sonora de un ejercicio agitador y activista LGTB desde el margen, cuando las capuchas, bandanas y banderas se encontraban lejos de la aceptación popular y del filtro romantizado de las redes sociales. “Estaba grabando la última parte de la trilogía que tenía pensada con Supersordo, Hardcore, y Familia Miranda. En eso me encontré con Ellas No, me pareció bien interesante su parada, como tocaba la batería la Diana, y la Gabi que también estaba en ese momento. No sé si tocaban tan bien, pero tenían fuerza. Me pareció bacán que eran cuatro minas, era una historia interesante de contar. Cuando lanzamos el tráiler el problema judicial que ella tenía me llega a mí. Me llamaron de la defensoría popular acusándome de exponer y poner en peligro un proceso judicial, como de sapa, así de mala onda. Bueno y fue todo un tema que tuvimos que editar partes y entrevistas y modificar todo el relato que había pensado y eso se nota como que falta algo. Pero bueno hicimos lo que pudimos, y tratamos de contar la historia de la banda en ese momento como un retrato femenino desde el margen, fue complejo retratar la relación entre ellas y la escena de ese momento que era completamente distinta a las escenas que yo conocía y que había documentado, era todo distinto, desarticulada, menos colectiva, el capital ya había absorbido todo, de todas maneras, creo que a pesar de las complicaciones quedó bien y hay una historia interesante. Fue una película sobre la realidad”.

Con esta trilogía completada casi accidentalmente por Ellas No, nuestra entrevistada plantea con crudeza y fluidez las transformaciones de los circuitos subterráneos a través de los años, situados cada cual en su propio tiempo histórico, donde es posible apreciar, como ella esboza anteriormente, las distancias entre el siglo XX y el siglo XX con todo lo que ello implica en directa relación con los efectos que tuvo la penetración del capital y el neoliberalismo en las expresiones artísticas concebidas desde el margen, donde las formas de articular el underground, por ejemplo, ya estaban totalmente cruzadas por la primera fase de la hiperdigitalización y la aparición de las redes sociales, espacios de control y egotismo, entre otros aspectos. En este sentido, mirado en perspectiva, esta tercera entrega documental de Díaz reúne más de una luz para comprender las contradicciones, virtudes y también precariedades a las que se enfrenta quien escapa de lo hegemónico.

Del trabajo de nuestra entrevistada se ha hablado con especial frecuencia en los últimos meses gracias al estreno de su más reciente realización audiovisual sobre música, la serie de micro documentales Bestiario del Ruido, un recorrido por el trabajo de bandas y solistas que levantaron propuestas contraculturales entre las décadas de los noventa y dos mil, centrándose en proyectos musicales de vanguardia, concebidos desde la autogestión y cuyas formas y fondos han resistido, a través de experimentaciones formales y propuestas sonoras que dialogan con el descontento social en respuesta a las dramáticas modificaciones en los sistemas de producción musical. La fijación no desaparece, y el ruido no cesa para esta realizadora que emprende una nueva exploración por los caminos del ruido y, sobre todo, por la persistencia de este como una vía de existencia para el arte y la vida. En el caso de Bestiario fue super difícil hacerlo ese proceso me gustó mucho, pero encontrar a músicos que no les importa estar en una escena o ser parte de algo pero crear y diputa una memoria como Asamblea, Duchamp, Colombina que tiene esta figura inmensa sobre ella que es su padre y a pesar de ello siempre está buscando experimentar y hacer lo suyo, o Kathy Lean que es super descarnada y honesta en su testimonio, Gangrena Surf, Lem, son gente que desprecian a una supuesta industria, y pertenecer a una escena, pero que fueron aparte de algo más grande que eso. Y ese relato es el relato de otra forma posible que puede identificar a otras personas que están en esos márgenes que son una forma de vida, porque una cosa es intentar ganar plata e intentar vivir, pero otra forma es saber que no vas a ganar y que no vas a vivir de esto y que se puede construir un relato y una memoria paralela y que eso le va a importar a gente. Porque de eso me he dado cuenta con Bestiario del ruido, de que hay gente a la que, si le importa, gente de distintas partes que me escribe para mostrarlo en su ciudad, en otras regiones, y cuando eso pasa se descentralizan los discursos porque también pasaron cosas importantes en Chillán o en Concepción”.

El relato de la música hecha a contracorriente permanentemente en busca de un nuevo lugar de supervivencia no acaba. Y la obra de Susana Díaz hasta ahora se consagra como una construcción que busca disputar el relato oficial y la memoria desmemoriada donde el documental como lenguaje y la imagen como soporte pueden ser el lugar de encuentro con lo otro y los otros. Para mí la música ha sido más importante que el cine, no soy música, no toco ningún instrumento, pero si tuviera que elegir un lenguaje sería la música. Es un lugar de refugio y de resistencia para mi y para muchas personas, ahí he encontrado grandes vivencias y lazos con personas hasta el día de hoy, es algo que ha estado en mi vida y va a seguir estándolo. Por eso quería documentar la historia que no estaba documentada, el relato que no estaba, cuando uno ve los listados o revisa archivos de las bandas que están y no están, y ves que esas bandas fueron super importantes para mí y muchas personas más. Es en parte relatar mi historia a través de algo más, de alguien más. Si uno no escribe su propia historia nadie más lo va hacer tampoco. Hay una cosa que dice Emilio Fabar de Asamblea, lo dice en su capítulo de BDR, cuando dice que el desde la música disputa la memoria y el relato, eso me identificó y me quedó grabado, lo voy a citar cada vez que pueda. Eso es para mí el documental, tiene que ver con la disputa de la memoria y con el encuentro con los otros, con la otredad de quien se entrevista, de quien se cuenta su historia, que también es mi propia historia y es la historia de la persona que ve la película, de los que estuvieron ahí y los que no, lo transgeneracional, que alguien de veinte que pueda llegar a amar a una banda como AINF igual que alguien de cuarenta, yo lo encuentro tremendo y eso genera un diálogo final entre las personas que fueron parte de eso y las que no fueron. Así se construye otra historia que no es la oficial, pero que igual cuenta. Y eso es lo que me motiva a mí en el documental”. cierra la documentalista Susana Díaz


■ EQUIPO Y CRÉDITOS ■

▪︎ Idea original, investigación y edición : Rossana Montalbán 
▪︎ Entrevistas y textos: Rossana Montalbán
▪︎ Diseño gráfico: Mp4 Comunicaciones
▪︎ Fotografía: retratos originales realizados por Crónica Sonora
▪︎ Revisión y corrección : E. Mauricio M 


● UN PROYECTO DE CRÓNICA SONORA.CL QUE CUENTA CON EL APOYO DE CORE STGO GOB.REGIONAL METROPOLITANO – SECRETARIA GENERAL DE GOBIERNO DE CHILE●
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Rossana Montalbán

Rossana Montalbán es periodista, investigadora y escritora. Fundadora y editora general de Crónica Sonora. Autora del libro “Tanto insistir" biografía de los pioneros del hardcore melódico BBS Paranoicos. Investigadora en género y feminismos en la música. Coordina desde 2021 el Club de Lecturas para Subir el Volumen: Música, género y feminismos. Ha colaborado con el Observatorio Feminista del Libro RedFem, Mujeres Críticas de Música. Ha escrito para diversos medios digitales e impresos entre ellos Grinder Magazine, Fotorock.cl, Revista La Noche, o la revista de crítica cultural Luzes de Galicia. Actualmente se encuentra trabajando en su segundo libro.

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