PAUL DI´ANNO : LA CÚSPIDE NACIENTE DE LA NWOBHM
La historia de la Doncella de Hierro no se cuenta sin los primeros años junto a Paul Di´Anno, voz y alma de los primeros dos álbumes de la banda, Iron Maiden y Killers. Piezas señeras de larga influencia para generaciones de músicos y fanáticos que, a través del tiempo jamás dejaron de dar lugar al rol de Di´Anno como vocalista símbolo de una banda que contribuyó a fundar las bases de un sonido y un estilo aún sin título por ese entonces, la naciente New Wave of British Heavy Metal.
Paul Di´Anno, falleció este lunes 21 de octubre a los 66 años, noticia entregada por su sello discográfico Conquest Music. Una partida que termina por reivindicar su histórica participación en la banda, y sobre todo, su huella y su leyenda en la historia del heavy metal.
Por Cristóbal Durán / redacción Crónica Sonora
Con la partida de Paul Di’Anno, se hace indispensable preguntarse una vez más por el legado que dejan los primeros años de Iron Maiden. Adelantados a su tiempo, Maiden consiguió labrar una impronta para la cual todavía no había referencias, inventando definitivamente un tipo de sonido que, a la postre, terminó dándole un perfil inconfundible al Heavy Metal y quizá al Metal a secas.
El nombre de Di’Anno es quien le da voz y tono a esa sonoridad temprana, consolidando la primera formación reconocible de la doncella. Las famosas Soundhouse Tapes, el primer demo grabado en diciembre de 1978 y publicado como 7” en 1979, son una muy buena prueba de este sonido que todavía no tiene parangón. A medias tintas entre el Heavy Metal, un aire resueltamente punk y lo que podría calificar como proto-speed metal, ese primer abordaje es extremadamente sólido, pero todavía le falta mucho para todo lo que llegará a ser. Es cierto que desde muy temprano toda la configuración instrumental de Maiden presenta esa solidez, y basta para ello que pensemos en la dupla implacable que sostendrá el bajo galopante de Steve Harris y los ataques tan distintivos de la batería de Clive Burr, en lo que terminará siendo quizá la mejor base rítmica de la New Wave Of British Heavy Metal. Pero no deja de ser indiscutible que la voz de Di’Anno es la que da una fuerza y energía con nuevos bríos a un Heavy Metal que por esas fechas parecía necesitar de nuevas fórmulas.
Una voz profunda, severa y furiosa, será sin duda una marca registrada para los primeros años de Maiden. Una perfecta compañía para el conjunto: un estilo muy particular de NWOBHM, callejero, enérgico, pesado, una bocanada de aire fresco que incluso se permite coquetear con momentos progresivos, donde resalta notablemente esa voz que gruñe a ratos, en el marco de un estilo que hasta ese momento había mostrado mantener una mejor relación con voces más agudas. Hay que recordar que para esas fechas Venom todavía no había grabado su primer demo, y todavía la crudeza vocal de Cronos no había entrado en escena (el único antecedente, absolutamente ejemplar, quizá sea el caso de Lemmy de Motörhead), lo que ya muestra por sí mismo el alcance de influencia que tendrá la voz de Di’Anno para las variaciones posteriores, y cada vez más extremas, que irá adquiriendo el Metal.
Pese al disgusto que ha podido llegar a manifestar Steve Harris con la comparación, lo cierto es que en los primeros años de Maiden se hace indiscutible la estrecha relación que mantiene el Heavy Metal de factura británica de esos años con el punk rock. Podría pensarse que el punk rock no requiere de adornos y que su rechazo respecto a las tradiciones que emparentan al rock progresivo con el Metal podría parecer unánime. Pero es precisamente con la voz e imagen de Di’Anno, donde la balanza se inclina hacia un punto en el cual no es tan fácil hacer esas distinciones.
No sabremos nunca, solo podemos conjeturar si la salida de Di’Anno no tuvo que ver con esa proximidad, y con el hecho de que de manera explicita Harris hizo todo lo que estuvo a su alcance para llevar la ambición compositiva y técnica por lados completamente alejados del espíritu del punk. Pero tampoco podemos desconocer la filiación directa que el punk y luego el hardcore establecieron con el naciente Thrash o con lo que ya venía acuñándose como Speed Metal. Desde luego, nos basta con escuchar el trabajo armónico y preciso de las guitarras de los dos primeros discos (y quizá sobre todo del segundo, Killers, de 1981, donde ya se exhibe en gloria y majestad la dupla de Adam Smith y Dave Murray), para afirmar sin ambages que el nivel de cálculo no podría ser adecuado para calificar a ninguna banda que se precie de ser punk, al menos a principios de la década de 1980. El nivel de inflexiones y de variaciones impuestas en la voz de Di’Anno tampoco constituyen ciertamente el típico gruñido que podría ser una marca del punk. Pero lo que es totalmente indudable es que en los días primordiales de Iron Maiden y, por extensión, de toda la NWOBHM, nos vemos en presencia de una época muy interesante en la que las fronteras parecieron romperse un poco más rápido de lo que se iban construyendo.
No hay que perder de vista que la creación de este híbrido que fue en sus inicios la doncella de hierro fue lo que le dio su mayor punto de innovación. Y en ello la voz y puesta en escena de Di’Anno jugó un papel principal. No es casualidad que Maiden se convirtiera en el grupo que más vendía y que más atraía al público de la NWOBHM, y era igualmente evidente por qué incluso antes de que Adrian Smith y Bruce Dickinson se unieran al grupo. Esto queda claro en sus dos primeros álbumes. Iron Maiden, de 1980, recoge varios de los temas que habían visto previamente la luz en sus primeros 7”, pero con una producción cualitativamente mejor, así como con un salto en los matices que presenta la destreza compositiva y una ejecución cada vez mejor. Desde la apertura de “Prowler”, con su riff inicial y la melodía que se une hábilmente a él, nos vemos sumidos en lo que la portada nos muestra: mezcla de actitud y agresividad, mucha melodía y una sensación callejera, en la que incluso se permiten el uso de un wah-wah.
La crudeza frontal de un “Charlotte The Harlot” y el clásico que nunca han sacado de sus playlist hasta el día de hoy, “Running Free”, todos temas donde Harris y Burr se vuelven invencibles, donde los riffs afilan el paso del galope rítmico, y en el caso de este último donde incluso se permiten unos juegos armónicos como los que algunos años antes de ellos hicieron reconocibles a Wishbone Ash. O la energía de “Sanctuary”, incluido en la prensa estadounidense del disco. Lo interesante es que la crudeza coexiste de modo magistral con un aire melancólico y, ante todo, con el rock progresivo. Lo que parecería ser difícil de hacer congeniar se hace aquí casi naturalmente, con transiciones ínfimas y con una destreza que hoy, a casi 45 años de su lanzamiento, lo vuelven sin duda un debut que pasó a convertirse en el mejor álbum de la NWOBHM. Los más de siete minutos de “Phantom of the Opera”, llenos de cambios de tiempos y de exquisitas transformaciones en su estructura, que dan la impresión de una pequeña pieza llena de fusiones estilísticas, donde Di’Anno se puede permitir explorar su veta operática, el primer instrumental de la banda, “Transylvania””, donde se aprecia el molde que Maiden construirá en años futuros y que seguirá paso a paso, o las notables “Remember Tomorrow” y “Strange World”, esta última una singular balada, extrañamente inquietante, donde se traen de vuelta la psicodelia de los años 1960 y 70, y donde se puede escuchar a un Di’Anno en otro plano, taciturno y sumido en la cama que las cuerdas se encargan de sostener tan grácilmente.
Si bien el año 1980 fue un gran año pra el metal británico (Ace of Spades, Wheels of Steel y Strong Armo of the Law, Angel Witch o Lightning to the Nations, por no mencionar más que un puñado), habría que decir que Maiden se supo encontrar a sí mismo desde muy pronto. Lo que a Judas Priest le tomó 4 o 5 años, Maiden lo supo hacer ya en su primer disco. El papel que en ello jugó la voz áspera y comprometida de Paul Di’Anno es enorme. De otro modo, probablemente Maiden habría sido quizá la primera banda de Heavy Metal que juega con cambios de velocidades, pero con una prominencia de elementos progresivos en sus estructuras compositivas. Pero los cambios bruscos de ritmo y de composición adquieren un tenor distinto, inaudito hasta ese entonces, gracias a la postura vocal del Wrathchild. Su segundo disco, Killers, de 1981, se vuelve más complejo todavía, y ya anticipa en muchos aspectos la forma del Maiden de Bruce Dickinson. La potencia rítmica de esos dos primeros discos, el juego armónico de las guitarras, a la vez poderoso y delicado en sus formas, y la voz de Di’Anno, aquí más versátil que en su anterior placa, vuelve a combinar la aspiración operática con el espíritu del punk. Algo que desde luego todavía no tenía nombre, y que permitirá que se allane el terreno para una tremenda transformación en la primera década del Heavy Metal, y que conducirá al Thrash, al Death y al Black Metal, por un lado, y evidentemente, al Speed y al Power Metal. La melodía rockera de “Another Life” o la instrumental “Gengis Khan”, que sigue ensayando el rendimiento instrumental que nunca dejaremos de ver en Maiden, son buenos ejemplos de piezas de joyería. O la progresión de “Murders in the Rue Morgue” y la tremenda interpretación de Di’Anno a la par de los poderosos juegos de bajo de Harris en “Innocent Exile”. Pero sin duda son las voces de Di’Anno las que se destacan una y otra vez, generando esos ambientes difíciles de recrear, ese espíritu único, que no podemos encontrar en otros discos del género. Comparemos por ejemplo la increíble balada “Prodigal Son”, donde la voz juega con experticia sobre la estructura y las líneas del tema, o el corte que cierra el disco, “Drifter”, con un gran grito a lo largo del coro, Di’Anno se destaca por sí solo, teatral pero rudo, potente pero delicado. Lo cierto es que la historia a veces tiende a sepultar su destreza interpretativa, y lo claro que resalta el corazón puesto en cada canción, en cada pasaje de cada canción.
Quizá no tenga sentido preguntarse por enésima vez cuál es el mejor Maiden o cuál es, a fin de cuentas, el Maiden esencial. Puede que sea una pregunta mal planteada, pero ello no quiere decir que no se imponga, y que todo quien adore la música y el espíritu de la bestia no se haga repetidas veces. Lo que es cierto, sin duda, es que Paul Di’Anno dejó en los dos primeros discos de Maiden un legado insuperable, con la contribución sobresaliente a un sonido en el momento en que todavía no estaba codificado completamente y cuando todavía no estaban las intenciones de llenar estadios ni de pasar a la historia como la más reconocible de las bandas de Metal. En ese momento, todavía sumidos en el universo aristocrático e iniciático de la NWOBHM, con la fuerza vocal Di’Anno se empinaban a construir un sonido que terminaría por renovar indefinidamente los votos en el Metal y en su porvenir.