MODELO ORIGINAL : CARL PERKINS Y «BLUES SUEDE SHOES»
¿Qué tienen en común Elvis Presley, John Lennon, Lemmy Kilmister, Helloween, Stray Cats, Black Sabbath y Bruce Springsteen? que todos tocaron y grabaron la canción “Blues Suede Shoes”. Y la lista de versiones es mucho más grande, desde Buddy Holly hasta The Toy Dolls, desde Jerry Lee Lewis hasta Foghat, pasando por colosos como Roy Orbison, Johnny Cash y Paul McCartney. Es que “Blues Suede Shoes” es una de las canciones que todo el mundo conoce, un clásico rotundo y absoluto, un monumento incombustible y actual, a pesar de haber sido publicada hace ya 65 años.
Si hiciéramos una encuesta entre el público, la mayoría seguramente respondería que el autor de la canción -o al menos el intérprete original- es Elvis Presley. Pero no. La canción fue grabada por primera vez el 26 de diciembre de 1956, en el estudio de la Sun Records, en Memphis, por Carl Perkins, su autor, quien había escrito la música y la letra una noche de insomnio, usando una bolsa de papas como papel, ya que no tenía nada más a mano. Por aquel entonces, este hijo de campesino humilde de Tiptonville, Tennessee, llevaba meses recorriendo las carreteras polvorientas del sur cantando en bares y cantinas de mala muerte. Perkins había aprendido a tocar guitarra en los descansos en el trabajo: desde niño, y empujado por la pobreza, había tenido que trabajar en los campos de algodón junto a peones negros, quienes le enseñaron a manejar el instrumento. Su padre, al no poder comprarle una guitarra de verdad, le construyó una con una caja de cigarrillos y un mango de escoba.
De vez en cuando lo invitaban como número telonero de artistas mayores, como Johnny Cash. Y fue en una conversación entre ambos en que Cash estaba contando historias sobre su estancia en Alemania, donde estuvo destinado con el ejército como operador de radio para interceptar comunicaciones soviéticas. Allí había conocido a un piloto que había usado la expresión ‘zapatos de gamuza azules’ (blue suede shoes en inglés) para referirse al calzado de su uniforme. Cash le sugirió a Perkins que escribiera una canción sobre este tipo de zapatos; Perkins le respondió que no conocía el tema y que no se le venía una buena idea a la cabeza. Sin embargo, Unos meses más tarde, mientras tocaba en una sala de baile, Perkins se fijó en una pareja que estaba en la pista y en cómo el chico le decía con insistencia a su compañera que tuviera cuidado con no pisar sus gamuzas. Fue cuando algo hizo click en el músico, que esa noche escribiría uno de los clásicos más rotundos del rock and roll, y lo hizo, como decíamos, en una bolsa de papas.
La letra expone de manera graciosa e hiperbólica la preocupación de un chico porque no le pisen sus zapatos de gamuza azul: “Puedes tumbarme/ pisar mi cara/ difamar mi nombre por todo el lugar/ haz lo que quieras, pero cariño, quítate de mis zapatos/ no pises mis zapatos de gamuza azules/ puedes hacer lo que sea, pero quítate de mis zapatos de gamuza azul/ Puedes quemar mi casa/ robar mi carro/ beberte mi licor de un viejo frutero/ haz lo que quieras, pero, cariño, quítate de mis zapatos de gamuza azules”.
La canción comenzó se lanzó los primeros días de 1956 con “Honey Don’t” (canción versionada por The Beatles, entre otros) como lado B. Curiosamente, al principio los DJs preferían programar “Honey Don´t”, hasta que un tozudo DJ de Cleveland la puso hasta que unas semanas más tarde despegó al éxito. En pocas semanas se convirtió en el tema más tocado en radios y en marzo ya había vendido más de un millón de copias, además de alcanzar el número 1 en las tres principales listas de venta de Estados Unidos: Rhythm and Blues, Country y Pop.
La carrera de Carl apuntaba directo al estrellato y se perfilaba como un rival de temer para Elvis Presley por el cetro del rey del rock and roll. Incluso fue parte del mítico “Million dollar quartet”, la primera grabación de un improvisado supergrupo en la Sun Records, donde además de Perkins, estaban Elvis Presley, Johnny Cash y Jerry Lee Lewis. Por entonces, la carrera de Presley comenzaba a despegar y pronto dejaría Sun para incorporarse a un sello major, por lo que Sun estaba dispuesto a invertir tiempo y dinero en transformar a Perkins en su nuevo rey. Pero, como suele suceder en el mundo del rock and roll, todo se truncó de manera trágica.
Perkins había sido invitado a los shows televisivos de Perry Como y de Ed Sullivan, shows de alcance nacional. Estar en aquellos programas eran la consagración definitiva, el boleto de ida al estrellato a nivel nacional. Ambos shows eran transmitidos desde Nueva York, por lo que Perkins, su hermano y su mánager partieron conduciendo hacia allá en un nuevo Cadillac recién adquirido con las ganancias que estaba reportando “Blue suede shoes” y con un par de buenas botellas de bourbon en el cuerpo. Pero el Cadillac nuevo, el éxito, la fama incipiente y el alcohol (no olvidemos que Perkins y sus acompañantes venían de trabajar durante años en los campos de algodón, apenas sobreviviendo) los llevaron a tener un terrible accidente camino al show de Como. En él murió su mánager, mientras que su hermano Jay quedó grave (moriría un par de años después debido a las consecuencias del accidente) y Carl Perkins tuvo que ser hospitalizado con una grave fractura craneal, que lo mantendría grave durante semanas.
Ironías del destino, mientras Perkins estaba hospitalizado y comenzaba a recuperar sus funciones motoras, Elvis Presley grabó una versión más rockandrolera de “Blue suede shoes” – la de Perkins era más rockabilly- y terminó de consolidarse como un fenómeno musical en todo el país. El rey del rock and roll se ponía la corona con comodidad y convertía a la canción en un himno en todo el planeta. Perkins, mientras tanto, seguía su recuperación en silencio. Cuando, meses más tarde, quiso recuperar su carrera y se presentó finalmente en televisión, la figura de Presley ya no ofrecía ningún flanco por el cual competirle; era el rey, y Perkins ya había sido relegado a la segunda fila.
La depresión por la muerte de su hermano y de su amigo y mánager, sumada a la frustración de no poder retornar al éxito con ninguna de sus nuevas composiciones, hicieron que Perkins se hundiera en el alcoholismo, vicio que lo llevaría a estar al borde de la muerte en varias ocasiones. Para los primeros años de los años 60, Perkins era un nombre que ya casi nadie recordaba, a pesar de que su canción estrella seguía sonando en todo el mundo.
La vida, sin embargo, le ofreció a Carl Perkins una segunda oportunidad, ya no de volver a la cima, pero sí a obtener el respeto y reconocimiento que merecía, situándolo como uno de los fundadores del rockabilly, además de ubicarlo en el panteón de los pioneros del rock and roll, junto a Elvis, Jerry Lee Lewis y Chuck Berry. ¿Y cómo ocurrió esto? Gracias a unos aliados inesperados: The Beatles. Al otro lado del Atlántico los jóvenes de Liverpool habían descubierto los viejos discos de Perkins y se volvieron fans absolutos, tanto así que, en sus primeros años, George Harrison llegó a usar el pseudónimo de Carl Harrison en homenaje a Perkins. Los Beatles, además, grabaron e incluyeron en sus discos y sencillos tres temas de Perkins: “Honey don´t”, “Everybody’s tryng to be my baby” y “Matchbox”. Incluso después de la separación de los Beatles, los miembros ahora solistas, siguieron tocando temas de Perkins en sus presentaciones en vivo. Incluso, cuando en 1985 (y a propósito de los treinta años de Blue suede shoes), dio el famoso concierto televisado Blue suede shoes: A rockabilly sesión, George Harrison y Ringo Starr se hicieron presentes en el escenario para tocar con él, al igual que otros músicos de primera clase, como los Stray Cats y Eric Clapton, entre muchos otros (Notables son las versiones de “Everybody’s trying to be my baby” y “Honey don’t” con Harrison y Starr como voces principales, respectivamente).
En sus últimos años de vida, Perkins era reconocido de manera unánime como un pionero del rockabilly, figura e inspiración para la oleada de resurrección del género liderada por los Stray Cats. Incluso en la película Mistery Train de Jim Jarmusch, ambientada en Memphis, la pareja de turistas asiáticos que van a conocer las ruinas del viejos estudio de la Sun Records, discuten repetitivamente acerca de quién es el rey del rock and roll: Elvis Presley o Carl Perkins. Sin embargo, todos sabemos que ese cetro le corresponde a Presley. ¿Qué habría pasado si Perkins no hubiera tenido ese fatal accidente rumbo a su consagración? ¿Habría Elvis logrado el éxito que tuvo con “Blue suede shoes”? Preguntarse este tipo de cosas es un ejercicio retórico, revolcarse en el What if… eterno del rock and roll. Lo cierto es que “Blues suede shoes” sigue siendo una pieza infaltable en cualquier pista de baile que se precie. Una pieza inmortal que va más allá de quién la interprete. Ahora solo pongamos play y subamos el volumen:
Well, it’s one for the money two for the show
Three to get ready now go, cat, go
But don’t you step on my blue suede shoes
Well you can do anything but
Lay off of my blue suede shoes