CUERO, HEAVY METAL Y QUEERNESS: SIN AFTER SIN DE JUDAS PRIEST
Dentro de la comunidad LGTBQ+ hay un dicho que fue acuñado rápida e ingeniosamente por Juan Gabriel para responder al retirado cuestionamiento sobre su sexualidad: Lo qué se ve no se pregunta. Corría el año 1998 cuando el vocalista de Judas Priest, Rob Halford, habló por primera vez de manera pública sobre su homosexualidad; “Creo que la mayoría de la gente sabe que he sido un hombre gay toda mi vida”.
Lo que se ve no se pregunta, aunque en este caso es valioso mencionarlo. ¿Qué veíamos en Judas Priest antes de dicha confesión? ¿Qué escuchábamos? ¿Qué cambió?
No es que de pronto los temas de la banda se volvieran gays, o que luego de aquella confesión (¿Confesión para quienes? ¿Para los medios?) empezaran a serlo. Hay quienes creen que solo cuando algo se enuncia en voz alta es que se vuelve verdadero, como una suerte de confirmación que torna reales los hechos. Pero lo queer en la escena heavy metal y en la banda existía desde mucho antes del 98’.
«Sin After Sin» es el tercer disco de Judas Priest, lanzado el año 1977. Un álbum sólido con redobles rápidos y que incluso incluye un cover de Joan Baez. Este disco consolidaría su triunfo en la industria, sirviendo como un puente para convertirse en uno de los pilares fundantes del heavy metal.
Dentro del disco hay un tema que Rob Halford dice es una canción heavy metal sobre los derechos homosexuales: «Raw Deal» es descriptivamente homoerótica, evocando la conocida localidad gay de Fire Island para ubicarnos entre cuerpos de hombres fornidos, en una escena con olor a alcohol y transpiración; All the heavy bodies ducking, stealing eager for some action (todos esos cuerpos pesados agachándose, robando ansiosos por algo de acción).
Sin embargo, la letra no solo describe un instante dentro del a escena gay, protagonizado por Rob. “The true free expression I demand is human rights – right” (La verdadera libre expresión que demando son derechos humanos – cierto). Con esta línea la canción no se reduce a un rol descriptivo, es también una declaración de principios más allá de una confesión. Con esta frase liga los derechos humanos a la libertad de expresión, una expresión de carácter performativo, por medio del cuerpo, ubicándose en un espacio determinado como lo es un bar gay.
La expresión de una sexualidad disidente por medio de accesorios o vestuario alcanzó un punto álgido de mano de la subcultura del cuero, estética adoptada por Judas Priest en sus correas con tachas y pantalones de cuero ajustados, estableciendo un vínculo visual con una parte aún más marginada de la contracultura del heavy metal. Fue Judas Priest la banda que popularizó la forma de vestir que definiría el look metal, tomada directamente de los sectores gay frecuentados por su vocalista.
Gracias a su narración descriptiva acompañada de la referencia a lugares icónicos para la comunidad gay como lo es Fire Island en New York, «Raw Deal» es la canción más explícita del disco. Sin embargo, el elemento queer de la banda no está contenido en un solo tema.
Baladas como «Last Rose of Summer» o «Here Come the Tears» cuentan con la particularidad de no utilizar pronombres que delaten al objeto de los afectos del narrados como una ‘ella’, dejando la posibilidad abierta a interpretación. La utilización de la segunda persona singular no solo evita especificar a quien dirige sus palabras, sino que además genera un vínculo de intimidad con el auditor. Toda canción de amor puede ser una canción de amor gay.
«Starbreaker» nos habla de un hombre llegado del espacio, un amante excepcional de esos con los cuales una agradece su suerte si llega a ser la elegida—excepto que «Starbreaker» se roba todos los corazones de la ciudad, sin importar si el dueño es hombre o mujer. “Let’s hope maybe this time/ He picks me and you” «(Esperemos que esta vez/ él me elija a mí y a ti).” Rob no tiene reparos en admitir que él también quiere un momento con este amante espacial.
Discos como «Defenders of Fatih», lanzado en 1984, evidencian aún más el elemento queer no solo en la estética de la banda, sino que también en el contenido de sus letras. Pero el elemento disidente siempre estuvo allí, desde el primer momento en que un músico gay tomó el micrófono y cantó.
El mundo del metal ha sido vinculado a la imagen ruda del hombre mujeriego de características híper masculinas asociadas a la heterosexualidad. Con un panorama así, debemos procurar ver bien antes de preguntar, porque allí mismo es donde habita lo queer, vestido de cuero y bailando en clubes nocturnos junto a otros cuerpos de hombros anchos, siempre expectantes.