INSTANTÁNEAS DE RUIDO Y PUNK: UN RECUERDO DE HUEVO OLEA
En memoria del guitarrista, miembro fundador de DTH y Enfermos Terminales, César Huevo Olea, fallecido la madrugada del 17 de junio 2020, a causa de Covid 19, indagamos en los recuerdos de su vital paso por el underground local a través del testimonio de Cristóbal Durán, bajista y fundador de Alternocidio entre los años 1995 – 1997, banda integrante de la seminal escena hardcore de finales de los 90s.
Hace un par de días falleció el Huevo, César Olea. Se lo llevó el COVID-19, ese virus infame que todavía parece un fantasma. Compartí más de una vez con él, junto a lo que fue su banda más longeva, Enfermos Terminales. Si mi memoria no me engaña, la primera vez que los vi fue en 1996. Debe haber sido probablemente su primera (o a lo sumo, segunda) tocata. Fue en alguna parte de La Florida o en Gran Avenida, si mal no recuerdo. Pero de eso ya van cerca de 25 años. Sólo puedo recordar la potencia que transmitían en esos primeros días, una banda que sin duda fue fiel a esos primeros gestos, luego de pasadas más de dos décadas. El Huevo era un puntal en eso, qué duda cabe. Si bien Patán y Mery, los vocales de Enfermos, le daban el primer plano a ese sello inconfundible con su dupla de voces, tal como en tantas bandas de crust o del anarcopunk que escuchaba por ese entonces (Extreme Noise Terror o Nausea, las primeras que se me vienen a la cabeza…), todo el basamento de Enfermos se sostenía en las seis cuerdas. Y eso era tremendo. Tuve la suerte de compartir escenario con ellos muchas veces en esos primeros años, en distintos lugares y en ocasiones diversas, junto a tantos otros como Silencio Absoluto, Disturbio Menor, Donfango, Nada de Público, o Redención 9-11. Pero para mí Enfermos fue, desde la primera vez que los vi, algo así como el epítome del hardcore-punk por estas latitudes. Era difícil no escuchar en ellos a Circle Jerks, Black Flag de los primeros días, o incluso algún dejo al GI de Germs. Y me atrevería a decir que en buena parte esa era la mano del Huevo.
Yo ya sabía que ese sonido venía de alguna parte. A principios de los 90 había caído en mis manos, como a tantos y tantas, esa joya infame de D.T.H., Vómito Social. Con su horrible carátula fotocopiada, y 6 temas en unos 10 minutos, era el primer ataque grindthrash que escuché en Chile, y ahí era la voz del Huevo la que arreciaba, con total violencia. Fue como si se tratara de la primera impresión que me produjo el From Ensalvement to Obliteration, ese pedazo de extremidad que curiosamente Napalm Death había arrojado ese mismo 1988. Digo todo esto para recordar, y recordarme a mí mismo, que el Huevo fue uno de esos pocos eslabones entre esas camadas del Hardcore y del punk de la generación de los 90, y los cultores de los sonidos extremos en esta parte del mundo en esos oscuros años 80. El Huevo fue eso, sin duda, y eso me producía verlo en el escenario con una polera de Agnostic Front o de Corrosion of Conformity. Era como traer el Rock Shop del último tramo de los 80 en medio de una tocata de 1998, era mantener esa fuerza y ese amor por los tarros.
Esa es la instantánea que quisiera conservar del Huevo, en el escenario, como un gran conector entre los 80 y los 90, y mucho más acá, cuando supo seguir dándole a Enfermos Terminales una modulación y un sello distinto, manteniendo esa furia que vi en él y en el modo en que sentía la música. Esa instantánea es la que muchxs de nosotrxs podremos revisitar una y otra vez, para volver a sentir esa pasión que veíamos en él y que queríamos reconocer como nuestra.
Cristóbal Durán R.
Bajista de Alternocidio