UN COMETA PASÓ POR AQUÍ: BILL HALEY EN CHILE
¿Qué tienen en común personajes como Walt Disney, Albert Camus, Louis Amstrong y Allen Ginsberg? Aparte de ser conocidos mundialmente por su genialidad en sus respectivas áreas, todos estuvieron de visita por varios días en Chile en el apogeo de sus carreras. Visitas de las que poco y nada se habla hoy. Suena a broma imaginar a un relajado Disney bromeando con los periodistas en el Hotel Carrera o a Ginsberg (que se quedó tres meses en Chile) paseando por el Zoológico Metropolitano. Pero todo eso ocurrió.
El mundo de la música está lleno de estas olvidadas visitas que con los años van tomando ribetes legendarios, como la presentación de Chuck Berry el año 1980 en dos programas televisivos — Vamos a Ver y Lunes Estelares—, donde compartió pantalla con Raúl Matas, don Francisco, Coco Legrand y el “Pollo” Fuentes, entre otros. Los testigos cuentan que llegó malhumorado y arrendó un automóvil por su cuenta, con el que manejó sin licencia por las calles de Santiago toda la tarde, llegando al estudio de televisión poco antes de salir al aire.
Bill Haley (1925-1981) fue otro de aquellos legendarios músicos que estuvieron en Chile y que hoy pocos recuerdan. Haley es considerado uno de los fundadores del sonido más clásico del rock and roll; vendió más de veinticinco millones de discos en todo el mundo; es miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll; tocó para la reina Isabel II en el Royal Performance; ha sido versionado por decenas de bandas (desde Elvis Presley hasta los Sex Pistols); hay un asteroide con su nombre; obtuvo éxitos globales que hasta el día de hoy suenan en radios y fiestas, como «Rock Around the Clock», «See You Later, Alligator», «Shake, Rattle and Roll», “Rip it up” y «Razzle Dazzle», y fue el primer artista de rock and roll en presentarse en el show de Ed Sullivan, y en ver cómo las chicas se tiraban encima del auto con tal de tocarlo. Nacía con él el concepto de estrella de rock, pero nadie sabía bien de qué se trataba ni cómo manejarlo.
La fama repentina, el juego de las alabanzas, el éxito comercial, su trono arrebatado por figuras con un atractivo sexual y mediático superior como Elvis Presley y Jerry Lee Lewis, fueron sumergiendo a Haley en una espiral alcohólica y de comportamientos erráticos (se hizo habitué de las multas y las cárceles, por exceso de velocidad o ebriedad) de las que, en realidad, nunca pudo escapar. El despilfarro económico fue otra de las cruces que cargó y que, hacia los últimos años de su vida, se fueron haciendo cada vez más pesadas. Luchando contra el olvido se mudó a México y a Texas, buscando empezar de cero y recuperar el trono de rey de ese ritmo endiablado y seductor que era el rock and roll. comenzó a mostrar señales de demencia; cuando se emborrachaba (y para los últimos tiempos, eso solía ocurrir casi todos los días) solía llamar a sus viejos amigos para que le recordaran lo grande que era, necesitaba sentir los halagos, sentirse el más grande. Hasta que, entre la locura y la depresión, Bill Haley murió el 9 de febrero de 1981 en su casa en Texas. Tenía 55 años, había compuesto más de 100 canciones y grabado otras 500.
Pero mucho antes de su temprano fin, Haley estuvo en Chile. Corría 1960 y el rock and roll aún permanecía como un género comercialmente exitoso, los Beatles solo daban sus primeros pasos y los Rolling Stones aún no existían. Bill Haley fue traído a Chile principalmente debido a la gestión de la Radio Portales, donde Haley dio una presentación transmitida desde los estudios de la emisora. «Bill Haley actuó en nuestro modesto auditorio mientras cientos de personas se quedaron frustradas esperando en la calle Agustinas esquina Ahumada, para poder subir al décimo piso (Portales estaba en esos años en Agustinas 1022 décimo piso)”, señala en su autobiografía Raúl Tarud, dueño de la Radio Portales y productor de la gira nacional que dio Haley en nuestro país. Gira que, según el propio Tarud, solo trajo números rojos. Y es que en aquellos tiempos era difícil de creer que una verdadera estrella del rock and roll pisara estas tierras.
Bill Haley y sus cometas dieron varios conciertos en Santiago (siendo el más exitoso uno en el Teatro Caupolicán en noviembre de 1960), en Concepción, donde daría hasta tres conciertos el mismo día, ya sea en recintos deportivos o en restoranes donde “la entrada” era la reserva de una mesa para una velada gastronómica y musical. También visitaría varias ciudades del sur, incluyendo Talca, donde tocó en el estadio Fiscal (y donde fue tomada una de las pocas fotografías que existen de la gira del músico por Chile).
Otra plaza llamativa es Chillán, lugar donde muy pocas veces los músicos exitosos se han presentado en vivo, y donde tocó en la llamada Casa del Deporte. El periodista Miguel Ángel San Martín recuerda cuando, con 17 años, fue junto a su pandilla a ver un Haley que aparecía en escena con una calvicie incipiente, un «chocho» pegado en la frente y una cara blanca, sin ningún atisbo de barba: «Fuimos a verlo, pero en ese tiempo era todo diferente, lo que hoy es la Casa del Deporte no tenía techo y sólo presentaba unos tablones para que la gente se sentara. Entremedio se metían los vendedores de sustancias, de maní y también los que ofrecían las Bidú (gaseosa de moda)».
La gira, como señalábamos, no generó ganancias. Haley, más que histeria, en Chile provocó curiosidad e incredulidad. El país no estaba acostumbrado a conciertos de estrellas de la música, no existía ni siquiera el concepto, y muchos ni siquiera creyeron que fuera cierto que el autor de “Rock around the clock” estuviera tocando en el país. Por lo demás, aún faltaban un par de años para que Chile organizara el Mundial de Fútbol de 1962 y los Ramblers masificaran definitivamente el género entre las juventudes de la época con su mítico “Rock del Mundial”. Hoy no existen registros audiovisuales de esta gira y solo un par de fotografías se pueden encontrar (con un poco de paciencia) en Internet. Una típica historia de fama, éxito y caída, que tuvo a su protagonista en nuestro país cuando aún el mundo entero se rendía a sus pies.