EN BUSCA DEL SONIDO PERDIDO
La era digital y los nuevos formatos han suscitado una y otra vez, un constante conflicto entre la pérdida y la ganancia material e inmaterial, instalando nuevas formas y problemáticas en nuestra cotidianidad. Esto ha ocurrido en buena parte de los ámbitos que componen la industria cultural. Los involucrados han sido contenedores, contenidos, productores y receptores; el libro, los medios de comunicación, la información, la música, la lectura, y así, una larga lista.
La forma en que nuestra experiencia auditiva ha mejorado o empeorado en medio de ese vértigo tecnológico ha pasado desapercibida para muchos pero no para NEIL YOUNG, quien desde 2012 ha instalado un tema puntilludo en lo que a escuchar música se refiere.
PONO, fue el nombre con el que conocimos el formato de sonido que el músico comenzaba a desarrollar entonces. Un formato que aspiró desde su concepción, a mantener la calidad del sonido buscando garantizar la alta fidelidad de este, gracias a tecnología avanzada que recuperara todo lo que el mp3, con su máxima compresión de datos, había hecho perder a los oyentes.
Así comienza la larga cruzada del músico canadiense en busca del sonido perdido. Ese sonido que ha quedado reducido al 5%, de acuerdo a los datos entregados por él y su equipo de colaboradores. Un sonido similar al que se percibe estando bajo el agua, en sus propias palabras: “una escucha submarina” – “un archivo mp3 es como estar en el fondo del mar, y un CD deja al oyente 200 metros por debajo de la superficie”.
La misión de Young ha sido desde entonces, una sola, recuperar, en base a alta tecnología, la escucha análoga ocurrida en un estudio de grabación. Y sobre todo, volver a la experiencia auditiva fidedigna.
Tarea titánica y compleja, en medio de las exigencias del mercado y de consumidores que buscan almacenar grandes cantidades de archivos y al mismo tiempo acceder a un reproductor acorde a su poder adquisitivo.
La pregunta es, si Young, desde la aparición de PONO en 2014, hasta hoy 2019, logró cubrir todas estas necesidades y levantar un osado producto de audio. La respuesta es sí, al menos, en atributos técnicos. PONO ofreció recuperar hasta treinta veces más información que un mp3. Con una memoria interna de 64GB y una ranura para una tarjeta de memoria con la misma capacidad, el dispositivo alberga entre 1000 y 2000 canciones en este formato, dependiendo de su duración, como también del grado de resolución de cada archivo (a mayor fidelidad, mayor espacio en disco). Aparentemente, en términos comerciales, el invento no tuvo la acogida esperada. Circulando en el mercado a 400 dólares y con la participación de gigantes de la industria, el invento de NEIL YOUNG no fue suficiente para desplazar la precaria escucha ofrecida por el mp3.
El tiempo ha pasado, y la batalla de Pono parece no haber sido victoriosa pero ¿cómo poder afirmarlo? si para eso tendrán que pasar años o décadas y sólo así se podrá dimensionar el impacto de las ideas de YOUNG sobre la recuperación del sonido. Quizá el tiempo le de la razón. O quizá algún otro Quijote, en varios años más, retome su idea y la vuelva una revolución consumada. Quien sabe. Lo cierto es que YOUNG ha echado a correr la bolita y nadie quiere decirlo. Y a pesar de las vicisitudes de la industria del audio, PONO no ha muerto y su gestación ha dado forma a un nuevo capítulo en esta ambiciosa cruzada…
Continuará…