BOB DYLAN: ÉRASE UNA VEZ EN EL DESIERTO

BOB DYLAN: ÉRASE UNA VEZ EN EL DESIERTO

 

 

En octubre de 2016 Bob Dylan fue anunciado como el primer compositor en ser reconocido con el Premio Nobel de Literatura. Ese mismo mes, Robert Allen Zimmerman dio uno de sus recitales más recordados de su etapa reciente sobre los escenarios en el marco del publicitado y sin precedentes Oldchella Desert Trip. Un festival creado para marcar un hito y dejar inolvidables escenas en la retina de sus asistentes convocando a seis leyendas vivientes de la historia del rock and roll.

Por Rossana Montalbán

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Érase una noche en el desierto, cinco años atrás, cuando Dylan había cumplido 75 años, cuando aún no estábamos del todo inmersos en la virtualidad y cuando aún no éramos descubiertos por la distopía sanitaria que congeló todo acto de esparcimiento colectivo, llevándose consigo la música en vivo y, sobre todo, los viejos y masivos recitales, y las largas jornadas de festivales.

Érase una noche en el desierto, hace solo cinco años atrás, cinco años que parecen un siglo. Una noche que al rememorarla, en el contexto actual, adquiere mayor espectacularidad justo cuando Dylan celebra su cumpleaños número 80. Paso del tiempo que hace de ésta crónica distante y virtual, antes de la masificación y normalización del streaming, una crónica digna de la era pandemia, reformulando la lejanía, intentando sortear la imposibilidad de la presencia como pretendía hacerlo desde un principio, solo recogiendo las señales de humo que llegaban desde el otro extremo del continente.

 

ÉRASE UNA NOCHE EN EL DESIERTO: Crónica desde lejos, Bob Dylan sobre el escenario del Desert Trip, octubre 2016.

Por Rossana Montalbán

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Es viernes por la noche. A miles de kilómetros está por empezar eso que han llamado el concierto del siglo. El Oldchella Desert Trip, el festival que reúne a Bob Dylan, The Rolling Stones, Paul McCartney, Roger Waters, The Who y Neil Young, en la bien llamada ciudad de los festivales, Indio, en el Valle de Coachella, al sur de California.

Por supuesto no existe transmisión de streaming y el mundo expectante tendrá que esperar hasta que el festival salga en algún formato de colección como bien rezan los mandatos del marketing. Pero no queremos esperar. Es viernes en la noche y queremos estar allá, queremos saber qué está pasando.

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Estamos un poco obsesionadas, y las redes sociales son el camino para seguir la pista del magno recital. Twitter, Instagram y el ahora “bendito” Periscope ayudan a satisfacer la necesidad de información en momentos así. Entonces el desierto de California ya no parece tan lejano, al menos, en este instante. Las redes sociales oficiales del evento, incluyendo su aplicación para móviles, nos daban la previa, el ambiente, la llegada de los visitantes y el atardecer tricolor con las localidades ya ocupadas. La escena es apoteósica. Es el desierto de California, ni más ni menos, un lugar que ha alimentado el imaginario de la música, el cine y la literatura norteamericana. Un paisaje recurrente dentro del cancionero de la American music.

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Solo horas antes de comenzar, – 7 de la tarde  en Santiago de Chile –  la reflexión de Dylan venida de otro tiempo, publicada por Ron Wood en su página de Facebook, aquella tarde:

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Ya es media noche en esta ciudad, mientras que allá, la noche recién comienza. Dicen los tweets de los asistentes al concierto y de los corresponsales de medios de comunicación, que Dylan ya ha subido al escenario y que suena Rainy day women. Mientras busco los primeros vídeos y fotos para constatarlo, trato de imaginar qué visteDylan, cómo suena la banda, y cómo se escucha su voz. Entonces encuentro el siguiente tweet deLaura Steele, reportera de Cincinnati 92.5 Indy Classic Hits 104.5 WJJK –

Las imágenes y el sonido hablan del Dylan que creemos conocer y que recordamos. El hombre de sombrero y traje negro, en penumbras, ensimismado, sentado al piano cantando con la voz que el paso del tiempo ha vuelto más y más aguardentosa transformando su repertorio como bien lo comenta el corresponsal de Agencia EFE, David Villafranca:

Los aplausos y comentarios llegan desde el desierto, porque Dylan deslumbra con quietud, sobriedad y un poco de ese usual mal carácter sin dejarse fotografiar en la gran noche, pero tocando lo que el público ha añorado escuchar: “Don´t think twice it´s alright”, “Highway 61 revisited”, “It´s all over now, baby blue”, “Love sick”, e incluso la inmensa “Desolation Row» con McCartney como espectador a un costado del escenario, cuentan los afortunados testigos a través de sus cuentas.

Ballad of a thin man y Masters of war hacen olvidar a los que twittean que Dylan está flojo, aún así pareciera que Dylan busca una y otra vez romper con su propio mito y con la adoración que se le profesa.  Sin embargo, otros dicen que todo lo que hace es a propósito del mito, arrogante y sin respeto alguno por sus seguidores cantando versiones irreconocibles de sus mejores composiciones. Dylan guarda silencio. Guarda silencio incluso cuando gana un Nobel. Esta noche no es diferente. No saluda, ni se levanta del piano para dejarse ver. El hombre del sombrero es casi un sombra, distante, impenetrable y odioso, complaciendo sin complacer.

Tres años después, los registros de de esa noche corroboran eso y todo el resto. Corroboran 80 minutos de historia musical decisiva de la cual los Stones y los Beatles aprendieron.

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Eduardo Fabregat Editor C&E del Diario Página 12 :

https://www.youtube.com/watch?v=w9S8l_TqCHw
https://www.youtube.com/watch?v=smTvTgNnf2Q
Recopilación fuentes y redacción de textos por Rossana Montalbán
Fuentes fotográficas: Enterprise Press, El País, Chicago Tribune
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